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¿Gabinetazo?

La efímera pero dañina medida del alza de los carburantes ha tomado rápidamente la dimensión de una crisis que está resultando difícil de aplacar. Llegó, para mala suerte de algunos, 10 días antes de la habitual evaluación del desempeño de los ministros en el gobierno de Evo Morales. Saludable balance que, sin embargo, año tras año se ve contaminado por intereses ajenos a las verdaderas preocupaciones del ciudadano común.

Ojalá se tomara en cuenta la opinión de todos —nuestra democracia del voto tiene librados del escrutinio a los ministros—; por lo pronto, un gabinete ampliado tomará el acostumbrado examen este viernes y cada sector, según se ha adelantado, defenderá su gestión brindando un informe.

Es interesante notar que entre las organizaciones de base social del partido gobernante surjan criterios en contra de determinados ministros (el de Gobierno suele ser ficha segura; en esta ocasión, además de la salida de Llorenti, se pide insistentemente la de Arce en Economía y la de Vincenti en Hidrocarburos). Del mismo modo, con pasmosa facilidad se cae en el show político, se juega con algo tan sensible como son las aspiraciones de la gente, las mismas que no pueden concretarse sin el consenso de un gabinete ministerial. Quienes no han cumplido con su trabajo a cabalidad, pues, sencillamente, sin grandes aspavientos, no deberían continuar en sus cargos y ser reemplazados por profesionales idóneos.

Este año se da otra situación llamativa: la evaluación será de ida y vuelta. No sólo las organizaciones sociales apuntan a varios ministros, sino que el Gobierno va a la caza de los sectores que se movilizaron en contra del «gasolinazo». Para el Presidente, el apoyo a su gestión es cuestión de patriotismo.

Una veta de análisis más: ¿Cuánto pesan las personas en la administración pública? Salvo raras excepciones, todo gobierno define políticas integrales y los funcionarios llevan a cabo la labor que les corresponde en el marco de aquéllas. Si este gobierno no define claramente sus lineamientos, ninguna persona, ningún ministro podrá hacer mucho por él.

Ahora bien, al ser ésta una atribución del Presidente, el terreno se abona para que la decisión de cambiar o mantener a tal o cual ministro acabe enteramente politizada, con lo que se descartaría el criterio técnico. Dependerá de la capacidad del Mandatario para entender que ningún cálculo político le deparará mejores réditos que una gestión eficiente.