Prensa en la mira
La intolerancia con el periodista es una constante en diferentes países, incluido el nuestro
Nunca antes como en los tiempos actuales se había hablado tanto de que la del periodista se ha vuelto una profesión de riesgo. Y lo más preocupante es que esta situación adversa del reportero en todo el mundo parece estar lejos de revertirse.
El 2010 ha sido un mal año para la prensa. Según la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF), en todo el mundo cayeron asesinados 57 periodistas, pero la Federación Internacional de Periodistas dice que fueron al menos 94 y un reciente informe, elaborado por otra ONG y titulado «Campaña para un Emblema de Prensa», 105 en 33 países. Entre éstos, México aportó con 14 muertes y Honduras con nueve. En Argentina mataron al boliviano Adams Ledesma Valenzuela.
Hay cifras que hablan por sí solas. De acuerdo con RSF, el 2010 dejó 51 periodistas secuestrados, 535 arrestados y 1.374 agredidos o amenazados. Al menos 127 huyeron de sus países, 152 blogueros y periodistas ciudadanos (también llamados ciberciudadanos) fueron detenidos y 62 países censuraron la red internet. Igualmente, 504 medios de comunicación social padecieron el rigor de la censura.
Aunque bajó el número de periodistas asesinados en un 25% respecto del 2009, cuando 76 perdieron la vida, los secuestros subieron a casi el doble y en todos los continentes, lo cual desvela que los reporteros se han convertido en moneda de intercambio. Los tres países más peligrosos para la práctica de esta profesión son: Paquistán, Irak y México. Los informadores en el mundo son especialmente víctimas de las mafias, las milicias y los narcotraficantes.
En octubre pasado, RSF ubicó a Bolivia en el puesto 104 en lo que respecta a la libertad de expresión en el planeta y, entre los motivos de esa clasificación, mencionó a la violencia, las intimidaciones y los bloqueos.
Esta radiografía de la actualidad del periodismo revela el lado menos conocido de una profesión incómoda lo mismo para gobiernos que para el crimen organizado; pero, además, expone la falta de respeto a la misión social del trabajador de la prensa, que muchas veces termina envuelto en una maraña de egoísmos políticos o de intereses de gente inescrupulosa.
La intolerancia con el periodista es una constante en diferentes países, incluido el nuestro. Por responsabilidad con la democracia, los gobiernos deben aprender a convivir con la prensa y ésta, de su lado, no sólo desempeñarse en el marco de estándares de calidad, sino también ajustarse a la ética profesional.