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El reto de comunicar

La creación del Ministerio de Comunicación el martes último obtuvo una inmerecida reprobación de parte de políticos opositores y, coincidentemente, de algunos gremios de prensa y medios de comunicación. Sin embargo, pese a las sospechas que pudiera despertar un despacho de esta naturaleza, hay que reconocer que es necesario.

Y es necesario no sólo por las razones que ha señalado el Presidente del Estado al reconocer que tardó demasiado en darse cuenta de la importancia de la comunicación. Muy al margen de la ya declarada intención de trabajar la imagen del Gobierno y del Presidente, el ministerio debe promover el intercambio de mensajes, de ideas, de razones, demostrando que pluralismo no es una palabra reducida al enunciado constitucional, haciendo, pues, comunicación pública y no únicamente estatal o gubernamental.

Es necesario un Ministerio de Comunicación, además, porque la gestión pública necesita, más que propaganda, transparencia, y eso sólo se logra introduciendo cultura de comunicación y facilitándola en todos los ámbitos del aparato público, más todavía si se pretende construir un Estado integral, en el que todas y todos sean, y se sientan, parte de él.

Para encargarse de la difusión masiva, es decir unilateral, de mensajes bastaba con la desparecida Dirección Nacional de Comunicación. Por eso se equivoca aquel opositor que dijo temer que el Ministerio de Comunicación se convierta «en un mediador», cuando precisamente eso es lo que está llamado a hacer.

Cosa distinta, y peligrosa, será que los recursos del flamante despacho, restituido después de más de siete años, se orienten exclusivamente a ‘controlar’ a los medios de comunicación privados, como temen los opositores, pues entonces no se cumplirá el mandato de comunicar, acercando no sólo las palabras del Gobierno al pueblo, sino fundamentalmente dando canales al pueblo para hacerse escuchar.

Por otra parte, en entrevista con este diario, el ministro de Comunicación, Iván Canelas, apelando a su carrera como periodista, afirmó: «Defendí toda mi vida la Ley de Imprenta, esta ley no debe ser modificada», lo que debiera dejar tranquila a la mayoría de periodistas y propietarios de medios, y, por el contrario, preocupar a quienes defienden la necesidad de reemplazar la citada norma por una nueva ley, precisamente, de la comunicación.

Es, pues, mucho lo que puede y debe hacer un Ministerio de Comunicación; en un país proverbialmente incomunicado, destinar recursos públicos a construir entre todos la bolivianidad debiera ser mirado con buenos ojos.

Para que ello sea posible, es imprescindible que las autoridades, no sólo del nuevo Ministerio sino del Gobierno, reconozcan que difundir mensajes no es lo mismo que comunicar. Y es esto lo que el país necesita ahora más que nunca.