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Zona de desastre

El sábado, viviendas íntegras, avenidas pavimentadas, canchas y graderías de la ladera este de La Paz fueron literalmente arrasadas por el lodo. Toneladas de asfalto emergieron fragmentadas desde el piso, cual si se tratase de un fuerte terremoto. Un cementerio asentado en la cima de uno de los cerros del Valle de las Flores yace dividido en dos. Hasta ahora, 250 viviendas de ocho barrios fueron destruidas, y otras 800 construcciones y terrenos pueden correr la misma suerte. Se cuentan entre miles las personas que han quedado sin hogar. No obstante, en toda esta tragedia, milagrosamente no se tuvo que lamentar saldos fatales. La comunicación entre los vecinos y una reacción oportuna fueron determinantes para la preservación de vidas humanas.

Este sombrío panorama ha despertado el lado más humano de la población, pero también el más vil. De lejos, la reacción más reprochable la tuvieron los ladrones que, en medio de la angustia, el llanto y el dolor, no manifestaron ningún escrúpulo a tiempo de medrar con la tragedia. Pero la gran mayoría de la población reaccionó positivamente. Desde muy temprano, más de 2.000 voluntarios, entre funcionarios municipales, policías, militares y bomberos, brindaron apoyo material y moral a los damnificados. En estos momentos, varias campañas de apoyo ya han comenzado a implementarse por todo el país.

Entre las reacciones positivas, huelga señalar el acercamiento entre el Gobierno central y el Municipal, que instintivamente articularon esfuerzos contra el desastre, relegando las diferencias políticas en el recuerdo. A las pocas horas de ocurrido el desastre, el Municipio instaló albergues provisionales en escuelas, carpas y casas prefabricadas. El Vicepresidente aseguró que en estos lugares no faltará el alimento, agua, colchones ni frazadas.

Lástima que se necesite de un evento de semejante naturaleza para valorar el trabajo en equipo, que no suma sino que multiplica resultados.

Cabe señalar que esta reacción oportuna no resulta de la improvisación. Una topografía compleja y una historia llena de desastres han obligado al municipio paceño a especializarse en este tema. De todas maneras, esta tragedia ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de las regiones urbanas y rurales ante los fenómenos climáticos, pero también que el costo de tratar una emergencia siempre es mucho mayor que el de prevenirlo; ya sea un deslizamiento, una inundación o una epidemia.