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La promesa del litio

Al evento asistió una nutrida delegación japonesa compuesta por autoridades de gobierno y empresarios privados. Y no llegaron con las manos vacías: el Embajador de Japón en Bolivia anunció que su país ofrece «gratuitamente, sin condición» una «filosofía de tecnología diferente» más efectiva y económica para extraer el litio de Uyuni.

Antes del de Japón, otros gobiernos ya manifestaron su interés de apoyar a Bolivia en el desarrollo de sus reservas de litio, consideradas las más grandes del planeta. Francia lo viene haciendo desde hace varios años, Brasil también; Irán ofreció su tecnología y, más recientemente, Corea del Sur también entregó una ofrenda, pues está en curso un programa de construcción de hospitales de tercer nivel con financiamiento coreano. Y es que Bolivia no deja de estar en el mapa energético del mundo. Ayer fueron sus reservas gasíferas, consideradas en su momento las más importantes de la región, y hoy son las del mineral energético, que se ha convertido en la alternativa más viable a los combustibles fósiles.

Hasta ahora, el país ha dado sus primeros pasos autónomos en el desarrollo de la industria del litio con la instalación de una planta piloto, y el Gobierno ha presupuestado una inversión de más de $us 900 millones para el proyecto. Pero, sobre todo, el Presidente del Estado ha manifestado reiteradas veces que sólo habrá sociedad con aquel país dispuesto a industrializar el litio en suelo boliviano.

Por su parte, el diplomático japonés ha manifestado lo que otros colegas suyos ya señalaron anteriormente: el país todavía carece de la tecnología necesaria para asegurar la cadena industrial, por no mencionar un mercado local inexistente y una situación geográfica poco competitiva; además, ha tenido el cuidado de agregar que el desarrollo de esa capacidad tecnológica pasa por disponer de recursos humanos capaces de hacerlo. En efecto, mientras Bolivia siga dependiendo de especialistas extranjeros, que trabajan para empresas extranjeras, no tendrá control de las decisiones más importantes. La soberanía, entonces, no pasa sólo por disponer de tecnología sino también, y sobre todo, por producir conocimiento propio.

El litio es, pues, una promesa con grandes posibilidades de hacerse realidad, pero para ello hace falta, más que un socio apropiado, la decisión de promover la formación de profesionales bolivianos en la materia, pues sin conocimiento propio, el país podría repetir la frustración de la promesa del gas.