Comercio de tierras
Los países podrían perder el control de la producción de alimentos en su territorio
Años atrás, se supo que algunos países del África subsahariana habían comenzado a arrendar cientos de miles de hectáreas de sus tierras más fértiles a empresas del sudeste asiático para producir alimentos y otros insumos agrícolas. El domingo último, un despacho de la agencia AFP publicado por este diario revela que el mismo proceso se ha iniciado en Sudamérica y que los capitalistas provienen de la India. La noticia ofrece como ejemplo los casos de las empresas Shree Renuka Sugars, que adquirió 130.000 hectáreas de tierra en Brasil para la producción de azúcar, y Walbrook, que compró cerca de 600.000 hectáreas en Argentina.
A simple vista, el negocio es óptimo, pues, según cita el mencionado despacho noticioso, el Banco Interamericano de Desarrollo ha señalado que «India es, por cualquier medida, un país relativamente pobre en recursos naturales y abundante en mano de obra, mientras que América Latina y el Caribe son generalmente lo opuesto».
Sin embargo, y como ya ocurrió con el caso de las tierras africanas, el éxito de estos emprendimientos en sus países de origen tiende a provocar problemas allí donde los Estados o los terratenientes aceptan este, en apariencia, lucrativo negocio, pues la producción de las mejores tierras, habitualmente acompañada de tecnología de vanguardia, se destina casi exclusivamente a la exportación, de tal modo que no sólo se desabastece a los mercados locales, sino que se desincentiva la producción destinada a ellos.
Considerando que, según el despacho de AFP, Latinoamérica tiene el 26% del agua dulce del mundo y Asia tiene el 60% de la población y menos del 25% del agua del planeta, es previsible que el negocio de adquisición o arriendo de tierras a través de empresas transnacionales tendrá a crecer en el futuro próximo, poniendo en cuestión la noción tradicional de soberanía alimentaria.
En efecto, no sólo se trata de que los países que cedan sus tierras perderán, en todo o en parte, el control sobre la producción de alimentos en su territorio, sino también que habrá naciones que dependerán cada vez más de terceras potencias para garantizar su demanda interna de productos agrícolas.
No se trata de negar el universal derecho humano a la alimentación que tienen los habitantes de cualquier país, sino de llamar la atención sobre un proceso que inevitablemente parece asociado al capitalismo especulativo, que, ya se sabe, se preocupa más por el dinero que por las personas y sus necesidades.