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La experiencia de ser papá

La paternidad constituye un privilegio. Se trata de una experiencia edificante y maravillosa que sólo se comprende cuando se la vive. Independientemente de las circunstancias, problemas y carencias, no existe nada más gratificante que observar la sonrisa de un hijo o escuchar sus carcajadas. He ahí una primera enseñanza: la satisfacción se encuentra en los hechos más sencillos, y son felices aquellos que son como niños, capaces de disfrutar el presente.

Con la paternidad, las responsabilidades aumentan; sin embargo, las tareas cotidianas e incluso laborales se vuelven más llevaderas. He ahí una segunda enseñanza: el amor permite que todas las cosas sean fáciles de hacer, por muy difíciles que parezcan. Y es que el amor filial constituye una fuente  de gozo, pero también de ánimo, pues tiene la virtud de suspender el egoísmo, principal germen de la amargura.

Se suele comentar que todo niño viene al mundo con el pan bajo el brazo, afirmación que va más allá de la retórica.

Con la llegada de los hijos, muchos hombres aprenden a establecer prioridades y a pensar en el futuro; y al procurar asegurar el porvenir de sus retoños, también hacen lo propio con el suyo. Se trata de una ley universal que solemos olvidar: siempre se cosecha lo que se siembra. Por eso, cuando un padre busca bendecir a su hijo también resulta bendecido.