Amenaza nuclear
Ni los mejores esfuerzos de protección pueden superar los riesgos climáticos
Las sociedades avanzadas funcionan a base de energía, elemento imprescindible para el crecimiento y la competitividad de toda economía moderna. Los diferentes Estados del orbe conscientes de que el progreso (tal como se lo concibe en la actualidad) no es posible sin este importante elemento, destinan muchos recursos, tiempo y esfuerzo buscando diversificar su matriz energética.
Fue así que en la década de los 50, la energía nuclear surgió como una buena opción en aquellas naciones avanzadas cuyo potencial de combustibles fósil e hidroeléctrico no lograba cubrir sus necesidades. Este boom duró varios años, hasta que en 1979 se produjo el accidente de Three Mile Island, en EEUU, que dejó temporalmente paralizada la industria nuclear.
Por su parte, la ex Unión Soviética tuvo que sufrir en carne propia el peor accidente nuclear de la historia para suspender el desarrollo de esta peligrosa industria. Resultado de la explosión de Chernobyl de 1986, en Ucrania, más de 5 millones de personas resultaron contaminadas, con repercusiones terribles para su salud y el medio ambiente, que incluso hoy sigue afectando a la región.
Se produjo, entonces, un breve periodo de cuidado en todo el mundo. Sin embargo, en la última década, un nuevo boom nuclear comenzó a cobrar fuerza no solamente en las naciones avanzadas, sino también en países en vías de desarrollo. Actualmente, existen en el mundo 443 reactores nucleares, y se calcula que hay planes para duplicar este número en los próximos 15 años.
La actual crisis japonesa ha puesto de nueva cuenta en el ojo de la tormenta a la industria nuclear. Varios países, entre ellos Suiza y Alemania, han decidido suspender la construcción de nuevas plantas y el reemplazo de las existentes. Empero, las naciones que lideran esta expansión nuclear (China, India, Rusia e Italia) han anunciado que mantendrán vigente su política energética.
Tal parece que ni los más grandes desastres pueden conseguir que la humanidad reaccione, o al menos cuestione su afán de desarrollo que está provocando tanto daño al medio ambiente. El reciente terremoto ha puesto en evidencia que ni los mejores esfuerzos de protección pueden superar las amenazas climáticas. De todas maneras, las sociedades «avanzadas» prefieren no reaccionar y mantener el nivel de indiferencia que está poniendo en riesgo la salud del planeta y la de todos sus pobladores.