Seguridad para todos
Necesitamos atacar las causas de la inseguridad y no sólo sus síntomas
En efecto, el Gobernador del departamento autónomo de Santa Cruz fue herido el martes cuando, tras atestiguar un atraco, se puso a perseguir a los delincuentes, que no tuvieron mejor idea que disparar contra el vehículo que conducía la autoridad. Podría decirse que fue casi un milagro que la bala disparada hubiera sólo rozado la cabeza de Costas.
Ese mismo día, luego de visitar al Gobernador en la clínica donde se recupera, el Presidente del Estado convocó a una Cumbre de gobiernos nacional, departamentales y municipales en la que se discuta la problemática y las formas de hacerle frente. Paralelamente, el Ministro de Gobierno anunció el desplazamiento de un equipo policial de élite para dar con los agresores (tarea que hasta ayer no había arrojado resultados positivos).
Estos dos anuncios, que no pueden ser desmerecidos, motivaron un debate complementario al suscitado por el ataque al Gobernador: ¿por qué tuvo que ocurrirle una desgracia a una autoridad para que se tomen cartas en el asunto? El representante de la Defensoría del Pueblo en Santa Cruz fue uno de los primeros en hacerse esta pregunta, agregando que desde hace mucho tiempo su institución y otras muchas en todo el país vienen insistiendo en la necesidad de afrontar la falta de seguridad ciudadana de un modo integral.
El reclamo del Defensor del Pueblo cruceño tiene que ver menos con el hecho de que el Gobernador haya acaparado toda la atención de los medios o que en el extremo algunos periodistas desmedidos lo hubieran calificado de héroe, y más con la necesidad de encontrar soluciones que vayan más allá de la captura y eventual sanción de los agresores; es decir, con una verdadera política que haga frente a las manifestaciones de violencia pública tanto como a las causas de fondo que la producen.
Nos referimos, por ejemplo, a la pobreza, pero también a las imágenes que alientan la ambición de salir de ella por cualquier vía, o a la demostrada impunidad de que gozan algunos malhechores hábiles para aprovecharse de la lenidad de los juzgadores. En fin, hablamos de atacar la enfermedad y no solo sus síntomas.
Es previsible que en los próximos días el Gobernador sea dado de alta y sus atacantes, capturados, pero también que la discusión pública sobre el tema pase a segundo plano. Hay que insistir, pues, en la urgencia de iniciar el debate y, sobre todo, concluirlo con respuestas y acciones apropiadas a la dimensión del problema.