Errores ‘contagiosos’
Día a día, cuando la gente ve televisión, camina por las calles, navega en internet o realiza otras actividades, es testigo (¿cómplice?) de un manejo cada vez más descuidado del lenguaje escrito.
Día a día, cuando la gente ve televisión, camina por las calles, navega en internet o realiza otras actividades, es testigo (¿cómplice?) de un manejo cada vez más descuidado del lenguaje escrito. Y esto es inevitable debido a que lo visual se caracteriza por quedar «sellado» en el inconsciente de las personas.
Así, en este breve recuento de «difusores» de falencias, se ubican en primer lugar los generadores de caracteres de los noticieros de Tv, que tanto en sus titulares como en sus resúmenes presentan todo tipo de errores (ortografía, construcción gramatical, tecleado). Al parecer, los productores de esos programas aún no caen en cuenta de que con esas recurrentes equivocaciones, padres e hijos terminan «contagiándose» de la grafía incorrecta del español. Ciertamente, el rating del que se precian los canales debería llevarlos a cuidar mejor este detalle.
Otro espacio donde se observan una serie de «horrores» también son los avisos publicitarios callejeros (banners, pasacalles, gigantografías), cuyo diseño con una linda fotografía y/o un tipo de letra interesante solapa serios atentados al lenguaje. Tampoco se salvan de estos yerros los letreros que lucen en sus puertas los distintos negocios populares que existen en la ciudad. En ellos prima, sin duda, el hecho de que todos escriben como mejor les parece.
No podían faltar en este detalle los letreros de los buses, micros y minibuses, que con aberrantes abreviaciones de nombres propios y errores ortográficos en sus leyendas — desplegados en sus parabrisas— pasean diariamente por la ciudad «difundiéndolos» entre los transeúntes.
«Aportan» a este panorama los correos electrónicos, el chat y los mensajes de texto de los celulares, que gracias al «ahorro» de las palabras mutilan las oraciones a su mínima expresión. Se hace frecuente así la eliminación de preposiciones, artículos y otros elementos de la construcción gramatical que conducen al hombre a una comunicación cada vez más «apache».
Y si bien para muchos los escenarios antes descritos no son novedad, dada la situación en la que se debate la educación en Bolivia, el conformismo ante tal entorno no resulta lo más aconsejable.
Corresponde, pues, a los padres hacer el sacrificio, primero ellos mismos, de exigirse y ser más críticos con los mensajes (publicitarios, informativos y otros) que habitualmente «digieren», para luego, con sus hijos —a partir de ciertas actividades y comentarios sencillos—, efectuar el ejercicio de aceptar o rechazar algunos usos del español.
Para ello, en estos tiempos de avanzada tecnología corresponde apropiarse de ella y convertirla en una aliada. Así, por ejemplo, un libro quizás resulte menos pesado de leer para grandes y chicos si se lo hace en una computadora.
Igualmente, para aquellos que tropiezan con la ortografía y la escasez de vocabulario, tal vez la ayuda sea una fácil y rápida consulta a los diccionarios generales, de sinónimos o enciclopedias virtuales que ofrece la internet o acudir a las herramientas que posee el paquete Word para estos casos. En definitiva, todos los caminos son válidos si están dirigidos a hacerle frente al «contagio» de la mala escritura.
María Luisa Quenallata
es comunicadora social