Icono del sitio La Razón

Dominio territorial

En efecto, a lo largo de su historia, el país ha prestado poca atención al extenso territorio fronterizo, concentrando una no siempre eficaz presencia estatal en unos cuantos hitos por donde pasan las vías de comunicación con los países vecinos.

En los últimos años, la creciente presencia del contrabando y otras actividades ilícitas como el narcotráfico han obligado al Estado a mejorar su control fronterizo, y desde el 2010 existe la Agencia para el Desarrollo de Macrorregiones y Zonas Fronterizas (Ademaf), cuya principal función, ha señalado su Director Ejecutivo en una reciente entrevista televisiva, es transformar las zonas fronterizas, promoviendo el desarrollo de éstas.

La señalada transformación, ha explicado la autoridad, pasa por ejecutar un esfuerzo interinstitucional, erradicando, por una parte, la mentalidad colonial que asume el trabajo en las fronteras como castigo parecido al destierro u oportunidad para desarrollar negocios ilícitos; y, por otra, la falta de coordinación entre las diferentes instituciones que cumplen labores en dicho territorio. Para el director de Ademaf, una verdadera transformación de ese estado de cosas tomará al menos 20 años, al cabo de los cuales sueña con haber logrado la instalación de núcleos de transformación productiva e industrial, pues, explica, «el mejor Estado es el que produce en la frontera».

Ciertamente, los casi 7.000 kilómetros de frontera compartida con Argentina, Paraguay, Brasil, Perú y Chile son un reto tan grande como ineludible para un Estado que se desea integral y al servicio de todos los habitantes del país.

Afrontarlo requiere tanto compromiso como recursos. Se trata de la necesidad de contar con dinero para implementar mecanismos de seguridad, defensa y, sobre todo, transformación productiva, pero también las personas capaces de afrontar la tarea con más compromiso que ambición, con verdadera convicción patriótica.

Y no se trata de idealismo nacionalista, sino de una actitud realista basada en la certeza de que los países vecinos ya tienen bien desarrollada su estrategia de desarrollo fronterizo, lo que implica una efectiva capacidad de ejercer autoridad en aquellos lugares que por lejanos eran tenidos por «tierra de nadie». Hay que alentar, pues, la tarea de llevar al Estado nacional a todos los confines de la geografía nacional, pues sólo conociéndolos, pero sobre todo trabajando en ellos, será posible construir una patria tan grande como su geografía.