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Crimen transnacional

En efecto, el que los países más poderosos del planeta hayan decidido invitar a su reunión a representantes de naciones que producen o son base de traficantes de estupefacientes, entre ellas Bolivia, muestra que, por una parte, hay una nítida distinción entre quiénes producen las sustancias controladas y quiénes las consumen y, por otra, que los primeros necesitan, además de ayuda técnica y financiera para afrontar el combate al narcotráfico, que los países consumidores reconozcan que la existencia de crecientes mercados para las drogas ilícitas es, probablemente, el principal problema en esta lucha.

Al respecto, los datos mostrados en la cita son reveladores: el 80% de la cocaína que se distribuye en Europa es consumido por personas de Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia y España, y se señala que el estupefaciente es producido y enviado desde Colombia, Perú y Bolivia, cuya participación en el mercado es de 51%, 38% y 11%, respectivamente.

El resultado de la reunión ha sido, según reportaron las agencias noticiosas, un «plan de acción» para intensificar la recolección de información y su explotación, aumentar las intercepciones marítimas, mejorar la capacidad de reacción de las fuerzas de seguridad de los países, corregir debilidades en el área judicial y aumentar la coordinación entre los Estados y organizaciones internacionales en asistencia técnica.

Además, y considerando el creciente poder económico y bélico de las mafias transnacionales que controlan el comercio mundial de drogas ilícitas, el Presidente francés propuso crear un fondo destinado a la lucha contra el narcotráfico con los bienes incautados a los delincuentes. La idea fue bien aceptada, pero todavía pasará un buen tiempo antes de que sea puesta en práctica.

Finalmente, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, redondeó bastante la situación señalando que «mientras haya demanda y siendo un producto tan rentable, siempre habrá gente que quiera producirla», lo que puede interpretarse como un llamado de atención a los países desarrollados, cuyo alto nivel de vida explica el constante crecimiento de la demanda.

Hay que hacer votos para que de este debate surja una nueva mirada de parte de los países consumidores, y que en vez de seguir culpabilizando a los productores, asuman que tienen en casa la primera de las tareas para combatir eficazmente al narcotráfico.