Sombras del solsticio
Estos actos debieron ser tratados como lo que son: delitos en contra del patrimonio
La falta de respeto de algunos participantes por el patrimonio boliviano, y en especial hacia las ancestrales ruinas de Tiwanaku, fue sin duda el hecho más execrable de esta celebración. Al menos dos varones (captados por los fotógrafos de este diario) no entendieron el valor de las ruinas sino como mingitorios, pese a los numerosos baños instalados en los alrededores; bajo la vista y paciencia del resto de los asistentes, autoridades y miembros del orden congregados en el lugar.
Resulta inconcebible que todavía existan compatriotas incapaces de comprender y valorar la importancia histórica, cultural y arquitectónica que subyace detrás de las ruinas de Tiwanaku; vestigios vivos de una gran cultura que se extendió por todo el continente, y cuyas manifestaciones hasta ahora siguen sorprendiendo, no solo por su belleza sino también por su magnificencia y genialidad. También resulta inconcebible que la gente permanezca indiferente ante estos actos de ignorancia que debieron ser tratados como lo que son: delitos en contra del patrimonio de todos los bolivianos. Indiferencia en la que incluso el propio Presidente incurrió, al responder el saludo de dos individuos que no encontraron mejor forma que escalar y caminar por encima de las ruinas para sortear a la muchedumbre y así poder expresar de cerca su admiración hacia el Primer Mandatario.
La designación de una fecha específica para este año nuevo andino (5519), más ficticia que real, constituye otro de los hechos en desmedro de su intención descolonizadora. De entrada, este número andino centrista desconoce al resto de los pueblos originarios, pues resulta de sumar los 519 años desde la llegada de Colón a los supuestos 5.000 años de la nación aymara.
Al respecto, no resulta coherente sumar cifras que responden a dos culturas diferentes y con métodos distintos de medición, esto es como adicionar millas con kilómetros sin antes convertirlos. Incoherencia especialmente reprochable sobre todo si su intención es justamente la de sustituir una visión occidental (que entiende al tiempo de manera sucesiva bajo una visión histórica) por una visión originaria, en la que el tiempo es cíclico antes que lineal.
Por último, cabe recordar que, según los estudios realizados hasta ahora, la civilización más antigua de América, conocida con el nombre de Caral, floreció hace cuatro mil años y sus ruinas (a 200 kilómetros al norte de Lima) la revelan como una cultura compleja y de gran poderío, pero diferente a la aymara o quechua, que surgieron muchos siglos después.