Desequilibrio laboral
Este divorcio se traduce en una mayor tasa de desempleo y menor desarrollo
En efecto, el Estudio del Mercado Laboral en Bolivia, elaborado por EducaPro con apoyo de la UPB, UAGRM y Fautapo, con base en datos del 2005 y del 2011, concluye que el desencuentro entre la oferta académica y la demanda laboral se ha acentuado en los últimos años. No se trata de un hallazgo sorprendente, pero sí de gran relevancia.
Se sabe que en el país existen demasiados abogados, médicos, comunicadores y egresados de otras áreas académicas que no pueden ejercer su profesión por la falta de espacio en el mercado laboral; mientras que, por otra parte, la demanda por servicios técnicos (como soldadores para el sector energético y de hidrocarburos, o técnicos especializados en innovación y nuevas tecnologías para el sector agropecuario) no logra ser cubierta por la falta de gente formada en estos rubros.
Por un lado, esta asimetría se debe al hecho de que la formación técnico media ha sido delegada a los institutos privados; y como bien se sabe, este tipo de emprendimientos ofrece formación de acuerdo no con lo que el país necesita, sino en función a las aspiraciones que manifiestan los jóvenes. Por eso, mientras el secretariado ejecutivo les siga pareciendo atractivo a los bachilleres, especialmente entre las mujeres, los institutos seguirán formando este tipo de profesionales, aunque el mercado ya esté saturado.
Y lo mismo sucede a nivel de licenciatura. Mientras en el imaginario de los jóvenes persista la idea del derecho como una de las carreras mejor pagadas, las universidades seguirán formando abogados. Se trata de un fenómeno mundial de discriminación académica que requiere de la intervención del Estado para su regulación. Por ejemplo, en EEUU, antes de estudiar medicina (o derecho), además de complejos exámenes de ingreso se exige el egreso previo de otra carrera; restricciones que evitan el exceso de médicos y abogados sin la vocación necesaria para ejercer la profesión con excelencia.
En cuanto al país, resulta imprescindible organizar políticas que revaloricen el nivel técnico, que les permitan entender a los jóvenes que no todos deben, pueden, ni vale la pena que sean abogados, administradores o médicos; pues existen otras alternativas con mejores posibilidades de inserción laboral. Y esta visión se tiene que trabajar desde el nivel básico, a través de una política institucional que observe la educación de manera holística, que entienda y refuerce la integración de los diferentes niveles educativos.