Icono del sitio La Razón

Taquiña y la entrada de Urkupiña

La devoción religiosa y el amor por la fiesta constituyen los principales motores detrás de las diferentes entradas folklóricas que se desarrollan en el país. No existe ninguna que carezca de un patrono a quien dedicarle las manifestaciones de alegría; ni tampoco una marca, generalmente de cerveza, que no auspicie el desarrollo de los bailes.

Bien mirado, esta conjunción representa una interesante paradoja, pues, no cabe duda de que los principios de los patronos (ya sean santos, el propio Jesús o su madre) difícilmente pueden comulgar con los de las empresas auspiciadoras, vinculadas con el negocio del alcohol, que además de algarabía desata algunas de las peores manifestaciones del ser humano, como la violencia.

Llegado a este punto, cabe preguntarse cuál de estos motores realmente mueve a la fiesta. En cuanto a la entrada de Urkupiña, tal parece que esta disyuntiva no requiere de mucha reflexión. En efecto, las 54 fraternidades que participan en esta fiesta han decidido que no habrá baile mientras perdure la ordenanza municipal que prohíbe el comercio de bebidas alcohólicas en el trayecto de la entrada folklórica, y hasta 200 metros de la misma. Ordenanza que ha desalentado el auspicio de la cervecera Taquiña a los folkloristas. He allí el meollo del asunto.