Peligro al volante
El número de víctimas asociado a los accidentes de tránsito no hace más que aumentar
En efecto, según datos oficiales publicados por el Organismo Operativo de Tránsito, sólo en el departamento de La Paz, entre enero y julio de este año, han muerto 151 personas en accidentes de tránsito, cifra similar a la registrada a lo largo de todo el 2010, cuando se contabilizaron 158 muertes en esas circunstancias, provocando no sólo abundantes comentarios, sino también un decreto supremo orientado a evitar que conductores de transporte de pasajeros causen más accidentes debido a su afición por las bebidas alcohólicas.
Asimismo, el informe de Tránsito detalla que en el primer semestre del 2011 se contabilizó 1.507 personas heridas, mientras que el registro total del 2010 es de 1.972, confirmando lo señalado: el número de víctimas aumenta año tras año, seguramente en relación con el crecimiento del parque automotor.
En el reporte del primer semestre, las autoridades policiales no han detallado cuántos de los accidentes (o de las muertes causadas por éstos) ocurrieron en vehículos de transporte público, pero sí revelan que ocho de cada 10 accidentes ocurren en las carreteras, y sólo el 20% en el área urbana, siendo la vía que une La Paz con Oruro donde mayor cantidad de siniestros se registran, aunque no donde más muertos se han contabilizado. Al presentar su informe, las autoridades señalaron que las principales causas de los accidentes son el exceso de velocidad y la invasión de carril, agregando que en el área urbana la mayor parte de los siniestros se debe a la irresponsabilidad e imprudencia. Por su parte, los peatones tienen también su cuota en la inseguridad vial, pues es común ver que no utilizan los pasos de cebra ni las pasarelas y que, en general, no respetan las señales del semáforo.
Todos estos aspectos son la clara muestra de que el gran déficit en materia de cultura urbana es la educación vial, que no compete sólo a los conductores, sino también a los peatones y, sobre todo, a los planificadores urbanos, que a menudo olvidan pensar en la convivencia entre personas y automóviles a la hora de diseñar calles y avenidas.
Hay, pues, una problemática que debe ser resuelta de un modo integral y con la participación activa de autoridades y ciudadanos: haciendo énfasis en la educación para la vida urbana, estableciendo reglas claras a conductores y peatones desordenados y, fundamentalmente, imponiendo métodos de control efectivos para frenar el desorden. La siniestralidad en calles, avenidas y carreteras puede y debe ser evitada.