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Londres respira

Tras cuatro noches de saqueos y la destrucción de comercios y vehículos, la tranquilidad vuelve de a poco a las calles inglesas. Los disturbios se originaron con la muerte de un ciudadano afrodescendiente, asesinado cuando la Policía intentaba detenerlo. Este hecho, que promovió una manifestación ante la principal comisaría de la zona (Tottenham), fue aprovechado por algunos sectores de la población, que a través de las redes sociales se organizaron para desvalijar tiendas y comercios. En poco tiempo, los saqueos se propagaron por todo Londres y  otras ciudades de Inglaterra. El martes, la violencia alcanzó extremos preocupantes con la muerte de tres jóvenes musulmanes, atropellados mientras se organizaban para proteger tiendas familiares.

Tal parece que las fuerzas del orden no supieron reaccionar con la rapidez y determinación necesarias para contener estos actos. Amparados en el anonimato y el poder de las masas, cientos de jóvenes actuaron con absoluta impunidad ante la ausencia o condescendencia de la Policía, que empezó a reaccionar con mano dura tres días después de iniciados los extremos. Se trata de uno de los más complejos desafíos de las fuerzas de seguridad en democracia: encontrar el justo equilibrio entre ser protectores de los ciudadanos, sin llegar a cometer arbitrariedades.