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Luto y pesar en México

El anterior jueves, al menos 52 personas murieron en un incendio provocado por sicarios que le prendieron fuego a un casino de la ciudad de Monterrey, en el norte de México, una de las zonas más azotadas por la violencia del narcotráfico. Se cree que una extorsión puede haber sido el móvil del incendio. A tiempo de repudiar este hecho, calificado como uno de los peores atentados terroristas en México de los últimos tiempos, el presidente Felipe Calderón exhortó a la sociedad mexicana convertir el dolor en «unidad» para hacer frente a los criminales, que quieren imponer el miedo.

Como corroborando las hipótesis de nuestro columnista Édgar Arandia, que ayer calificaba a agosto como un mes inestable —por cuanto (entienden las culturas andinas) de las entrañas de la tierra salen el Chacha Supay y la Warmi Supay a desordenar el mundo— el año pasado en la misma fecha, personal de la Marina mexicana encontró, en el Estado de Tamaulipas, una fosa con los cadáveres de 72 inmigrantes indocumentados, asesinados por el cártel Los Zetas.

Lo cierto es que la violencia vinculada con el narcotráfico no entiende de fronteras ni tiene tampoco límites cuando de cometer atrocidades se trata. Y por este motivo no se deben escatimar esfuerzos para detener el avance de este mal en el país y en el mundo.