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Tráfico de personas

Durante 23 días, una joven argentina secuestrada en Villazón, frontera con Bolivia, fue forzada a prestar servicios sexuales por una red internacional de trata y tráfico de personas que, ahora se sabe, opera en el territorio nacional en conexión con los países vecinos. Durante 23 días, esta muchacha vivió un calvario de horror difícil de concebir e imposible de imaginar, dentro de un mundo controlado por las drogas y la violencia, el temor y la vergüenza, el dolor y la rabia.

Lo más terrible de todo es que no se trata de un caso aislado, sino de una práctica cada vez más corriente en todas partes del mundo, que no discrimina entre niños o adultos, que cada día denigra y destruye la vida de miles de muchachas, de familias enteras, y todo ello por amor al dinero.

Por eso, no solamente son culpables de este crimen los secuestradores, intermediarios y regentes de esta industria que lucra con el sufrimiento y la humillación, o aquellos que solicitan este tipo de servicio sexual, sino también el resto de las personas y sobre todo autoridades que permanecen indiferentes ante este terrible negocio. Aspecto que pone en entredicho la supuesta evolución del hombre moderno, incapaz de admitir que la nuestra sea una época de decadencia o instalada en el error.