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Médicos y violencia

Es una contradicción evidente: un médico, o aspirante a serlo, ejerciendo la violencia. No puede ser aceptable que quien se forma para curar los males del cuerpo y aliviar el sufrimiento tenga, así sea en medio del conflicto, ánimos para causar daño a otros. Es el caso de algunos movilizados contra el DS 1126 que establece ocho horas de trabajo para los médicos.

Los más entusiastas adheridos a la protesta de los médicos del sector público, que se rehúsan a ingresar en un régimen laboral que amplía de seis a ocho las horas de trabajo diario para el sector, han sido los estudiantes universitarios de las carreras médicas en las universidades públicas de La Paz, El Alto, Cochabamba y Sucre, que han marchado en las últimas semanas apoyando a sus futuros colegas. Pero además, en el marco del paro de 48 horas convocado por la Central Obrera Boliviana (COB) el martes y el miércoles, en La Paz, Sucre y Cochabamba, grupos de futuros médicos atacaron edificios públicos a pedradas y convirtieron su legítimo derecho a la protesta y la movilización en actos de inaceptable violencia pública, que previsiblemente activó la actuación policial.

En el caso de los médicos profesionales, la protesta contra el DS 1126 aprobado el 23 de enero, y que ya lleva más de un mes activa, es comprensible, pues modificará su horario de trabajo, incrementando dos horas a su jornada en hospitales, clínicas y consultorios, haciendo difícil la práctica del pluriempleo que caracteriza a la mayoría de los galenos.

Respecto de los trabajadores en salud, el apoyo movilizado puede interpretarse desde la perspectiva de una interesada solidaridad, pues si los médicos trabajan más, este sector también tendrá más trabajo; o también desde el oportunismo político, que les permite estar movilizados e incluir sus demandas sectoriales en la mesa de negociación del conflicto mayor.

Pero en el caso de los estudiantes, apoyar la demanda de los médicos parece interés puesto en el futuro, cuando les tocaría acceder a jornadas laborales más breves que las del resto de la gente. Asimismo, se aseguró que la movilización estudiantil se originaba en una supuesta eliminación de la ‘docencia asistencial’, una especie de prácticas guiadas que les permiten a los futuros médicos conocer su oficio en la práctica, y que el Ministro de Salud se encargó de desmentir.

Sin embargo, no sólo las pedradas y los golpes son manifestaciones de violencia, la primera y más fuerte es asentar la protesta en un paro que, además de haber sido declarado ilegal, basa su contundencia en impedir a las personas a acceder a su derecho a la salud, lo cual, al margen de poder considerarse o no un delito, es una agresión flagrante contra quienes necesitan los servicios médicos. Hay, pues, una lamentable muestra de insensibilidad en los médicos actuales y futuros.