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Mi primer ‘Día del Trabajo’

Entonces sólo creía en mí. Hoy, no sola-mente creo en Dios, sino que además le creo a Dios

/ 30 de abril de 2012 / 04:00

Recién egresado de la universidad, con mucho conocimiento teórico sobre Economía, pero inexperto aún en el campo del comercio exterior y en el trabajo de oficina, preocupado en no fracasar antes que en triunfar —con la firme determinación de no defraudar a mis padres que dieron todo de sí para educarme— concursé para trabajar en una entidad recién creada que en verdad lo tenía todo por hacer de ahí en adelante. Y, resulté elegido. Recuerdo esto porque, curiosamente, mi primer día laboral fue el feriado del Día del Trabajo en 1987.

Han pasado 25 años desde que el Lic. Francisco Javier Terceros Suárez (mi primer Gerente General y quien me enseñara el arte de la diplomacia) me comunicó que, luego del examen de competencia, había sido elegido para formar parte del flamante Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), una iniciativa del sector privado concebida para apuntalar el desarrollo del país, a través de la promoción de las exportaciones y la defensa del mercado interno, de las agresiones comerciales.

Veinticinco años pueden parecer pocos para una institución (a la que siempre guardaré un enorme cariño) y mucho tiempo también para una persona en un mismo lugar, salvo que se aprenda a reír en el trabajo y disfrutar de él, como me enseñó el Lic. Carlos Fernando Roca Leigue, mi segundo Gerente General, de quien nunca olvidaré su optimismo a prueba de bala.

Veinticinco años (toda una vida) en los que comprobé que cuando se hacen bien las cosas, definitivamente todos los involucrados pueden ganar. Un puñado de jóvenes trabajamos duro para llevar al IBCE a un alto sitial en el concierto regional, luego a nivel nacional y, finalmente, para proyectarlo internacionalmente. No fue fácil pero resultó gratificante, y no fue en vano, pues en verdad este esfuerzo valió la pena al traducirse en el tiempo en centenares de miles de empleos, y el ingreso de miles de millones de dólares para Bolivia.

Soy un testigo de excepción en cuanto a la historia del IBCE, no sólo porque asesoró con su voz técnica y orientadora a todos los gobiernos que pasaron, destacando lo bueno y señalando lo malo (sin egoísmo, más allá de todo cálculo político o ideológico) sino porque permitió también que una pléyade de jóvenes se desarrollara profesionalmente construyendo una memoria histórica a través de su exitosa carrera administrativa.

Hoy tengo claro todo lo que ha pasado, por qué ha pasado, y cuál ha sido el rol que me ha tocado jugar durante estos años. Pero no siempre fue así, y hasta tengo una anécdota que siempre relato a mis amigos: al momento de asistir a la convocatoria pública, estuve a punto de retirar mi carta por no estar seguro de cumplir con el último de los requisitos planteados, el que, con las leyes actuales, bien pudo ser calificado de discriminación (escriba a [email protected] y le diré por qué). Pero, la anécdota continúa: si en aquel momento me hubieran dicho que con el tiempo llegaría hasta donde he llegado ¡con seguridad hubiera retirado mi postulación! Es que, entonces sólo creía en mí.

Hoy, no solamente creo en Dios, sino que le creo a Dios. En este especial festejo del 1 de Mayo me nace compartir con Ud. dos cosas: primero, que he disfrutado estos 25 años de servicio al país; y —parafraseando al apóstol Pablo— confesar que, por la gracia de Dios soy lo que soy, y esto no de mí, sino la gracia de Dios en mí. Todo lo bueno que pude hacer ha sido obra de Él. Las chambonadas ¡han sido mías!

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No es un adiós, gracias a Dios

Ésta no es una columna de despedida, sino una de agradecimiento y de un ‘hasta pronto’.

/ 21 de enero de 2013 / 04:39

Han pasado cinco años y medio desde que un 30 de julio de 2007 empezara la hermosa experiencia de iniciarme como columnista en un medio importante a nivel nacional. Algo que ciertamente me dejó una gran cantidad de satisfacciones y prácticamente nada de sinsabores. Recuerdo aún la emoción que me embargaba al empezar a escribir mis primeras columnas, en tanto que la anécdota tiene que ver con el esfuerzo que implicaba,  para mí, reducir un gran texto logrado en minutos, a los 3.450 caracteres de contenido y 30 de título que me asignaron, ¡eso me demandaba horas de horas!

Los artículos que escribí en los últimos 67 meses (cerca de 140) se publicaron siempre bajo el rótulo “Buscando la verdad”, porque eso fue lo que intenté al redactar cada tema, no sólo en el ámbito económico sino también en el espiritual, por lo que siempre agradecí tal apertura.

Muchos y enriquecedores han sido los comentarios que recibí en estos años, y aunque a algunos les pude parecer por lo escrito un simple “opositor mediático”, nunca fue así. Créanme que si lo hubiera querido lo hubiera sido sin mayor esfuerzo. La prueba del equilibrio que busqué fue el permanente uso de cifras oficiales, con el grave riesgo de ser tildado de “oficialista”.

Gracias a Dios, mis argumentaciones —apadrinadas por la entidad a la que me debo, el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE)— fueron bien recibidas en Bolivia y el exterior, y luego validadas por la cruda realidad. A lo largo de todos estos años he podido comprobar que muchas veces la imaginación más fecunda puede ser superada por la realidad, pero eso es otra historia.

A la hora de los agradecimientos debería mencionar a muchísimas personas, pero no lo haré para no olvidar a alguna. Ya me pasó una vez, y aprendí. Quienes leen estas líneas saben de mi gratitud por invitarme a ser columnista, por su apoyo, y la consideración que tuvieron para conmigo. Algo que me parece justo destacar (en honor a la verdad) es la libertad que tuve para traducir mi sentir en cada artículo. Nunca fui objeto de censura, jamás me corrigieron algo (ni siquiera el título) y mucho menos me “sugirieron” una línea de pensamiento. Gracias también por ello.

Sin embargo, siempre hay un inicio y un final. Creyente como soy, sé que la conclusión de este ciclo no tiene que ver con que una persona decidiera esto por mí. Entiendo más bien que Dios, que está en control de todo, ha determinado que es la hora de transitar otros caminos. Así, ésta no es una columna de despedida, sino una de agradecimiento y de un “hasta pronto” que Dios sabe cuándo y cómo será. Yo acato su voluntad.

A quienes valoraron este esfuerzo intelectual por más de cinco años, toda mi gratitud. Lo mismo a los que comentaron y criticaron mis artículos, y mucho más a quienes pacientemente me enseñaron cómo hacer mejor las cosas.

Si involuntariamente alguna vez ofendí a alguien con lo escrito, le pido perdón. Y si a alguien ayudé inadvertidamente por lo publicado, fue gracias a Dios.

En verdad confieso que todo lo bueno que haya podido realizar ha sido por Su gracia infinita. Las chambonadas han sido mías.

Concluyo con estas últimas líneas que las dedico a Dios, a quien le agradezco por su amor y porque —pese a ser tan grande— se ocupa hasta de lo más pequeño, como yo. Gracias a Jesucristo, mi Salvador y Señor, porque por Él puedo llegar al Padre. Y gracias a su Espíritu Santo, que me impele a imitar cada día el ejemplo de Jesús, buscando la verdad…

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‘Sangría económica’

La solución a la san-gría por la subvención a los carburantes po-dría ser producir com-bustibles alternativos.

/ 12 de noviembre de 2012 / 06:09

Un buen amigo (de los que ya casi no se hallan, de esos que aún creen como yo, que otra Bolivia es posible) me desafió a “escribir una columna pensando en todo el país”. Espero cumplir tal cometido tocando hoy la problemática de la subvención a los combustibles, y aunque pueda parecer que abordo un tema sectorial, no es así, pues atañe al desarrollo mismo de Bolivia.

Tampoco se lo debería tildar de regionalista porque la propuesta de solución tenga que ver con Santa Cruz.

Encaro el tema con igual preocupación que el presidente del Estado, Evo Morales, para quien la subvención a los carburantes es una “sangría económica” (Reuters, 6/11/12), y lo hago con igual desasosiego que el ministro de Economía y Finanzas Públicas, Luis Arce, para quien debe resultar casi un dolor de parto semejante gasto en la subvención, el doble de los $us 500 millones que nos prestamos internacionalmente con nuestros bonos soberanos.

La subvención estatal a los combustibles rebasará los $us 1.000 millones de dólares en 2013, frente a los $us 981 millones de este año, mucho dinero para la economía del país. Y mucho más, cuando gastamos otros $us 1.000 millones importando combustibles. Una dolorosa sangría económica de cuyo beneficio participan no sólo los bolivianos, sino también los contrabandistas y países vecinos hacia donde salen ilegalmente los combustibles por sus bajos precios acá, y altos precios allá.

¿Qué hacer, cuando, por la “camisa de fuerza” existente luego del infructuoso ajuste de precios vía shock de 2010, no se puede incrementar los precios de los combustibles? Si subvencionarlos es políticamente inevitable, ¿por qué no intentar “hacer de un limón, una limonada”, como dijera alguien que merece mis respetos?

Opciones: ¿Producir más combustibles fósiles en Bolivia? Para ello necesitamos inversión y tecnología, poco probables de conseguir en las condiciones objetivas actuales. ¿Cambiar la matriz energética hacia el gas natural? Ayuda, pero no resuelve. La solución tiene que ver con producir combustibles alternativos.

¿No resultaría económicamente bueno (además un orgullo nacional) autoabastecernos con combustibles nacionales? ¿Por qué no soñar con la soberanía energética así como aspiramos a la soberanía alimentaria? ¿Por qué no producir “combustibles verdes”, renovables y menos contaminantes que los carburantes fósiles? ¿Y qué mejor, si quien toma el riesgo es el productor privado, para que con ello ahorremos más de $us 700 millones anuales dejando de importar diésel y más de $us 200 millones en gasolina?

¿Y si la producción de esos combustibles (aparte de ser amigable con el medio ambiente) generara centenares de miles de empleos para los bolivianos? ¿Sería malo, acaso, ahorrar divisas por $us 1.000 millones anuales, y que la subvención resulte un incentivo para un proyecto cien por ciento nacional? Finalmente: ¿Qué, si a la par de ello se garantiza el producir más alimentos?¿Por qué no hacerlo? ¡Animémonos a producir biocombustibles!

Por el bien del país, más allá de lo que diga la Ley de la Madre Tierra, es hora de romper el mito en contra de los agrocombustibles. De confirmarse la consulta a la población para ver si vale la pena gastar más de mil millones de dólares en 2013 para subvencionar la gasolina, el diésel y GLP (Erbol, 6/11/12), habría que preguntarle también si apoyaría esta propuesta para avanzar a la soberanía energética. Con seguridad diría que sí.

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De Santa Cruz, con amor…

Santa Cruz supo amalgamar las diferencias y superar las distancias existentes entre los bolivianos

/ 17 de septiembre de 2012 / 04:00

Septiembre es un mes muy especial en nuestro país, porque con él llega la primavera, además de él se dice que es el “mes del amor”. Y, si hay algo de lo que me gusta hablar es de ello, porque el amor es lo que más nos acerca y asemeja a Dios. Ud. dirá, ¿qué tiene que ver el amor con una columna que suele versar sobre economía? Mucho, porque hablaré de una región que en lo económico ha hecho, hace y está destinada a seguir haciendo mucho por Bolivia, con amor.

Me refiero al Departamento de Santa Cruz —al oriente del país— que luego de su atávica postergación por siglo y medio, tuvo un espectacular crecimiento a “tasas asiáticas” en los años 90 y, pese a que se diga que perdió impulso como “locomotora económica”, su PIB cerró en 2011 con un crecimiento del 5,68%, mostrando un claro liderazgo a nivel nacional.

Hace sólo 60 años Santa Cruz era casi una aldea aislada del quehacer nacional, y los cruceños no llegaban al 10% de la población boliviana. Ahora se aguarda que el censo de noviembre de 2012 confirme que cerca de 3 millones de personas viven en el departamento (27% de la población nacional) de los que más de 2 millones moran en su risueña capital (Santa Cruz de la Sierra) ubicada en el puesto 46 entre 48 ciudades estudiadas para poder invertir (Ranking de ciudades latinoamericanas para la atracción de inversiones, Informe Oficial, Mayo 2012, CEPEC, IdN). La Santa Cruz de antaño —otrora sin servicios básicos e infraestructura— destaca hoy entre los demás departamentos en cuanto a los Índices de Desarrollo Humano y de Competitividad Regional de Bolivia.

La exitosa Santa Cruz productiva contemporánea aporta con un 27% al PIB, genera más del 40% de la producción agropecuaria, representa casi un cuarto de las exportaciones totales, destaca con más del 60% en las Exportaciones No Tradicionales, significa casi el 90% del volumen de las agroexportaciones, produce más del 70% de los alimentos que consume Bolivia y, aparte de esto, alimenta al mundo con más de 1,5 millones de toneladas anuales. Una vez más: ¿Qué tiene que ver todo esto con el amor? Mucho, porque hablar de Santa Cruz es hablar del “crisol de la bolivianidad”, que yace en la región oriental. Así como el histórico avance agroproductivo cruceño no se explica sin la caña de azúcar, el arroz y el algodón, primero; el maíz, la soya, frejol, sorgo, girasol, trigo, papa, hortalizas, frutas y ganadería; después, tampoco su desarrollo se explica sin la generosa participación de los potosinos, orureños, cochabambinos, paceños, tarijeños, chuquisaqueños, pandinos y benianos que, junto a los cruceños, hicieron florecer esta región para bendición de muchos.

Es aquí donde entra en juego el amor, porque —pese a todo lo que se pueda decir en contra— Santa Cruz supo amalgamar las diferencias y superar las distancias existentes entre los bolivianos, demostrando que es posible construir una sociedad entre personas diversas que conviven y progresan en armonía, como hermanos.

O es que ¿acaso no se mezclan acá los blancos, mestizos y cobrizos; los citadinos, indígenas y campesinos? ¿Acaso no trabajan en vez de envidiar, y producen en vez de solo reclamar? Viven sin discriminarse económica, étnica, cultural, política o socialmente, dando cuenta que —en vez del grosero insulto y la agresión, del bloqueo y el dinamitazo— otra Bolivia es posible: La Bolivia de la paz, la Bolivia del amor, la Bolivia que acrisola, ¡la insigne Santa Cruz de hoy!

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Agenda Patriótica para el mundo

Una futura crisis alimentaria mundial podría significar  para Bolivia una gran oportunidad.

/ 3 de septiembre de 2012 / 06:47

Cuán cerca está el mundo de ver consumada la profecía bíblica (Apocalipsis 6:6) de que dos libras de trigo llegarán a costar un salario diario? Como van las cosas, muy cerca. “La FAO prevé altos precios de alimentos en próxima década”, destacó Prensa Latina (27.08.2012) informando que el Director General de la FAO advirtió que los precios de los alimentos seguirán altos y volátiles por diez años, y recomendó crear reservas de alimentos básicos para garantizar la seguridad alimentaria y afrontar el elevado costo de la comida.

Ese mismo día, el periódico virtual Vanguardia se preocupaba porque la peor sequía en EEUU, desde 1957, pueda generar tal grado de escasez de alimentos y elevación de precios (reforzada por la especulación bursátil) que arrastre a México a una hambruna, considerando la alta importación de maíz que realiza desde EEUU, cuya siembra fue afectada por la falta de agua en un 88%. Debido al cambio climático, la sequía afectará también la producción de carne de res, leche y huevo por la subida del precio del maíz en más de un 50% y la soya en un 20%, en sólo dos meses. Igual pasa con el trigo.

“He visto a gente que no ha comido durante cinco días. Esto está ocurriendo en el país más rico del mundo”, dijo a Inter Press Service el cofundador de la organización Food Not Bombs, Keith McHenry, rezaba la nota, recordando que cerca de mil millones de personas sufren hambre en el mundo. Para la FAO, el “fantasma de la hambruna” ha reaparecido.

En medio del fatalismo, se oyó una buena noticia en Bolivia relacionada con el tema: la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo) decidió respaldar la “Agenda Patriótica” del presidente Evo Morales (La Razón, 28/08/2012), comprometiendo la producción de alimentos para garantizar la “seguridad alimentaria con soberanía”. ¿Qué problemas a superar planteó don Demetrio Pérez, presidente de Anapo, para lograrlo? Poco y mucho.

El periódico oficialista Cambio reflejó su declaración ese día de esta forma: “Estamos hablando de la inseguridad jurídica en la temática de tierras, desmontes sin permisos, la concreción de los resultados de la Cumbre (en Cochabamba) y sobre los avasallamientos, que es un grave problema (…) los mandos medios no acompañan adecuadamente los propósitos del señor Presidente” (un lastre que lamentablemente se da no sólo en el ámbito agropecuario sino también en otros ámbitos del Órgano Ejecutivo).

¿Podría el sector agroproductivo cruceño no comprometerse con la Agenda Patriótica de cara al Bicentenario del 2025, que entre otras cosas propone eliminar la extrema pobreza? De ninguna manera, porque si hoy genera más del 70% de los alimentos que consume Bolivia, luchar contra la pobreza produciendo más alimentos y empleos, ¡es su destino!

Si con menos del 10% de las 30 millones de hectáreas cultivables que existen, se avanzó tanto en tan poco tiempo, no hay que tener una gran imaginación para inferir lo que se podría lograr si se garantiza al productor agropecuario: seguridad jurídica, mercados interno y externo, riego, asistencia técnica, uso de biotecnología, crédito e infraestructura; sin pasar por alto el construir Puerto Busch para la exportación expedita de alimentos por las aguas internacionales de la hidrovía Paraguay-Paraná.

Una futura crisis alimentaria mundial podrá resultar para muchos una fatalidad, pero para Bolivia, la oportunidad de convertirse en un verdadero granero para alimentar al mundo.

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Sin acceso a mercados, imposible

Mientras la falta de mercados afecta a la industria textil, la ropa usada hace lo propio con las pymes.

/ 25 de junio de 2012 / 04:13

Podía dedicar esta columna a otro tema que no sea el drama que vive el sector textil boliviano, cuya punta del iceberg es la insólita “liquidación voluntaria” de la emblemática América Textil (Ametex)? De ninguna manera, pues así como la falta de mercados afecta a la más grande textilera del país, también a las pymes. Y no es que no haya mercado, el problema es el “acceso” al mercado.

Si para Ametex el lastre fue la inaccesibilidad a los mercados alternativos, luego de la pérdida del ATPDEA (2008), para las pymes lo es la ropa usada contrabandeada, herencia de los denostados “gobiernos neoliberales” que los plurinacionales no pueden resolver. El estudio Impacto de la importación de ropa usada en Bolivia (2005) reveló que los confeccionistas perdían un mercado de $us 40 millones/año por esa causa. Como las ferias libres siguen, ése o aún mayor es el mercado que los contrabandistas aprovechan, pese a que su importación y venta están prohibidas.

El ATPDEA garantizaba el acceso con arancel cero al mercado de los EEUU y conquistarlo era tarea del empresario. Según datos del INE, entre 2002 y 2008 Bolivia exportó ropa a los EEUU por $us 194 millones y 10.776 toneladas, mucho para nosotros pero nada para un país tan poderoso que, en plena crisis de 2009, importó $us 66 mil millones solo en textiles. Ese mercado perdimos. ¿Irán, Libia, Corea del Norte, Vietnam y Cuba, “mercados alternativos”? No llegaron a comprarnos ni $us 5.000 en conjunto.

¿Y qué del Brasil, Argentina y Venezuela? Prometieron mucho, pero ayudaron poco. Según datos del INE, Venezuela nunca pudo igualar el valor y mucho menos el volumen que en su mejor momento vendimos a EEUU. Entre 2006 y abril de 2012 Venezuela nos compró $us 78 millones por 2.255 toneladas de textiles,  ¡la mitad en valor y la cuarta parte del volumen que vendimos a EEUU en siete años de ATPDEA! Brasil dijo que nos compraría $us 21 millones anuales; y Argentina, nueve millones, así que de 2008 a 2011 debimos venderles $us 120 millones, pero sólo llegamos a 20, por su proteccionismo. Chile, sin prometer nada, nos compró casi igual que los dos. Por eso es que el volumen de los textiles exportados al mundo por Bolivia en 2011 fue la mitad, comparado con 2006. ¿El resultado? Menos manufactura, menos empleos…

Hasta el propio presidente Evo Morales se preocupa al intuir lo grave que puede resultar para el país producir algo que luego no se va a poder comercializar: “¿A quién le vamos a vender? ¿Qué vamos a hacer con nuestro gas?” (La Razón, 12.01.12). Ante la iliquidez de la empresa-insignia boliviana, con su producción reducida a menos del 20% debido a la falta de acceso efectivo al mercado externo, se dice que el “Gobierno quiere ser dueño de Ametex hasta diciembre” (La Razón, 19.06.12) asegurando que podrá exportar a mercados garantizados. Si la “suma cero” no le sirve al país, ¿por qué no apoyar más bien para que Ametex siga exportando?

En este difícil trance, saludo a la empresa Ametex que nunca le falló a Bolivia ni a sus trabajadores. Y para ese orureño, ingeniero, industrial y amigo Don Marcos Iberkleid, mi respeto y algo más: lo libero públicamente de la promesa que le exigí años atrás de no levantar las manos. Su familia merece mejor suerte. Eso sí, no olvide que llegará el día en que lo llame simplemente “Marcos” —como me lo pidió tantas veces— recordando que para ello, algo tendrá que pasar. Dios dirá…

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