Icono del sitio La Razón

Chaqueo y prevención

La época de lluvias está por concluir, lo que dará paso a una temporada seca, con sequías que hacen muchas veces añorar las intensas precipitaciones. A menos que se tomen medidas preventivas, durante este nuevo periodo, entre los meses de junio y agosto, gran parte del territorio padecerá las consecuencias de una nefasta práctica bastante extendida en el país: el chaqueo.

En efecto, como todos los años, muchos colonos se encuentran en estos momentos esperando que las lluvias     se vayan y los charcos se sequen para acondicionar, por medio del fuego, sus tierras para la siembra. Las consecuencias de esta práctica, tan cómoda como irresponsable, son bastante conocidas. Incendios forestales cada vez más extendidos y frecuentes, que destruyen el capital natural del país y los servicios ecológicos que prestan los bosques; y la contaminación de nuestras ciudades, que provocan infecciones respiratorias cada vez más serias, especialmente entre los niños y ancianos.

Días atrás, la periodista Carmen Beatriz Ruiz, en su columna que quincenalmente sale publicada en este diario (18-04-2012), sugería romper el círculo vicioso en el que participan autoridades, medios de comunicación y ciudadanos en general, acostumbrados a protestar y rasgarse las vestiduras contra los efectos de los chaqueos, pero cuando éstos son no sólo inminentes sino además incontrolables. Al respecto, resaltaba la necesidad de tomar acciones pero no para quejarnos, sino para prevenir las quemas.

En primer lugar, sugería aprovechar la tecnología satelital y los antecedentes en manos de las gobernaciones respecto de las zonas que tradicionalmente son víctimas del chaqueo y susceptibles de sufrir incendios. Una vez identificadas, se deberían conformar, en coordinación con las FFAA, brigadas temporales de vigilancia y cuerpos de guardaparques, con formación preventiva ambiental, que intervengan en esas regiones, controlen y eviten la extensión de las quemas. 

Por otra parte, aconsejaba iniciar de inmediato campañas educativas a través de medios de comunicación, redes sociales, reuniones con organizaciones territoriales, y eventos en escuelas y universidades. También proponía gestionar premios dirigidos a la población, dirigentes, autoridades y líderes de las zonas que disminuyan, controlen o impidan los niveles de quema. Por último, consultar a los expertos para implementar otras acciones de control y prevención a nivel local.

Por el bien de nuestra salud y de nuestros bosques, es de esperar que éstas y otras sugerencias no caigan en saco roto. Y es que solamente a través de estrategias preventivas y una actitud de compromiso de parte de todos se podrá alcanzar resultados positivos. De lo contrario, las quemas y sus efectos se repetirán, al igual que las quejas póstumas que no tienen mayores consecuencias.