Libertad de prensa
La mayor amenaza a la libertad de prensa es la autocensura por miedo a los violentos o al Gobierno
El jueves, con ocasión del Día de la Libertad de Prensa, la televisión internacional desde Al Jazzira, pasando por Radio France y Deutsche Welle hasta nuestros canales latinoamericanos como NTN dedicaron toda clase de análisis y opiniones al tema de la libertad de prensa.
En el fondo, el tema se relaciona muy estrechamente con el concepto de democracia: el gobierno del pueblo. Dentro de “la construcción colectiva y participativa de un orden social”, quizá la más bella y profunda definición de democracia… Es simplemente esencial que ese pueblo (cuando es más que un ágora) por medio de sus propios difusores se cuente a sí mismo qué está pasando a su alrededor, y más aún, existan dictámenes responsables, tranquilos e inteligentes que le den opiniones desde perspectivas inteligentes y bien informadas. Del análisis de la Sociedad Interamericana de Prensa se desprende que las únicas dos prensas realmente libres en Latinoamérica son las de Uruguay y la de Costa Rica. ¿Entre una veintena de países que se reconocen como democráticos, no es este un resultado realmente pobre?
Las estadísticas mundiales nos cuentan que se asesina a un periodista cada cinco días, inclusive fotógrafos como el mexicano de ayer, o humoristas como ocurrió en Colombia. La principal amenaza a la libertad de prensa está en la autocensura ante el miedo a los violentos o al Gobierno, o la simple eliminación de una voz libre para que no fastidie a alguien con el poder de la vida y la muerte. Entre las diez naciones sin esta libertad solamente tenemos a Cuba, en donde todos los medios de expresión son controlados con rudeza por el régimen. La veintena de países entre estos dos extremos definitivamente tenemos problemas con nuestras democracias por diversas razones. En México y Honduras la prensa está amordazada por el terror a las bandas criminales. En Venezuela y Ecuador el Estado y aun el presidente demandan directamente a los periodistas y a los medios. ¿Los demás, en qué andamos?
Perdemos imagen democrática cuando nuestros estados declaran como tendenciosos los informes de las agencias internacionales o como traición a la patria o calumnia lo que opina un columnista. En otras épocas, las dictaduras eran abiertas, rasas y totalmente reconocibles, los militares o el caudillo con los tanques o el ejército revolucionario se tomaban el poder, cerraban el congreso y creaban su propia ley. Hoy nuestros gobiernos, con pocas excepciones, buscan modificar la Constitución para permanecer en el poder, crean partidos propios para controlar el legislativo y claramente controlan el poder judicial. Cada dinastía, ya con poquísimas excepciones, no importa si es Uribe de derecha, Cristina y su marido de centro o Correa de izquierda se han hecho mesiánicos y tildan a la prensa libre de sacrílega. ¿Es esto un síntoma?