Paro de transporte
La Ley de Transporte es principalmente un pretexto para reac-tivar el conflicto.
Hoy comienza un paro de transporte de 48 horas, convocado originalmente por los gremios de choferes de La Paz en contra de la Ley Municipal de Transporte y Tránsito Urbano, promulgada hace dos semanas por el Alcalde paceño, y al que se adherirán al menos otras seis federaciones departamentales de transportistas, que a su vez buscan un incremento de tarifas.
En efecto, como es bien sabido, ya son varios meses desde que los distintos gremios de transporte urbano de pasajeros comenzaron a aplicar diferentes estrategias para lograr que las autoridades nacionales y locales autoricen un incremento en las tarifas, que no han sufrido variación desde hace más de una década. La promulgación de la señalada ley municipal es, ahora, más un pretexto para reactivar el conflicto; aunque, en el fondo, también es cierto que la norma paceña puede ser antecedente e inspiración para otros municipios, y eso no conviene a los intereses de los gremios del transporte.
El Gobierno Municipal paceño ya adelantó que no retrocederá en la aplicación de la ley, y cuenta con la adhesión de la Asamblea de la Paceñidad, reunión de organizaciones de la sociedad civil, incluyendo a la Federación de Juntas Vecinales, que resolvió el viernes último darle su pleno apoyo al Alcalde. En opinión de dicha Asamblea, la oposición de la dirigencia del transporte a la norma obedece “al afán de evitar el control sobre la calidad del servicio en términos de rutas, horarios, frecuencias, respeto a las tarifas oficiales, respeto a los derechos de los niños y personas de la tercera edad, mantenimiento adecuado de los vehículos, etc. Se trata por ende de una oposición inadmisible”.
Por su parte, el Gobierno, que parece haber comenzado a tomar decisiones drásticas para frenar la espiral de conflictividad, ha convocado a través del Viceministro de Régimen Interior y Policía a una reunión entre municipalidad y transportistas. La comuna respondió a la convocatoria poniendo algunas condiciones, como excluir a la federación y confederación de transportistas del diálogo y negociar únicamente con la Central Única de Transporte Urbano de Pasajeros (CUTUP). De cualquier manera, es deseable y necesario abrir ese diálogo, ojalá desde la perspectiva de la integralidad de la ley y no sólo desde los intereses inmediatos de las partes.
Es posible que el paro tenga esa irónica dimensión de éxito, que consiste en impedir a las personas transportarse de un lugar a otro, afectando varios derechos humanos, entre ellos al libre tránsito, al trabajo y a la dignidad, pero también puede ser una nueva razón para reconocer que el problema del transporte público no es asunto sólo de choferes y autoridades, sino de toda la ciudadanía, que también debe modificar sus actitudes y comportamientos para hacer posible un nuevo sistema de transporte, que es lo urgente.
Giro político en Francia
Los primeros sondeos en Francia confirmaron el anunciado triunfo del candidato socialista François Hollande con el 51,9% de los votos, frente a un 48,1% de Nicolas Sarkozy. La importancia del país galo en Europa es incuestionable. No sólo es la segunda potencia económica de la región, después de Alemania, sino la primera en términos políticos, con una diplomacia que es en gran medida la principal gestora de la unificación europea.
De allí que el regreso del Partido Socialista al Elíseo, tras 17 años de presidencias conservadoras, representa un cambio político de primer orden en el Viejo Continente. Las primeras palabras del candidato socialista tras conocer su victoria, afirmando que la austeridad “no puede ser una fatalidad en Europa”, supone un de-safío contra el mensaje de rigidez fiscal a ultranza mantenido por los poderes conservadores a lo largo de la Unión Europea.
Entre otros desafíos, Hollande deberá cumplir su promesa de elevar hasta el 75% el impuesto sobre la renta de las personas que superen el millón de euros al año, y renegociar el tratado presupuestario europeo para añadirle medidas de crecimiento. En cuanto a la política interna, debe contribuir a que la ultraderecha no continúe seduciendo cada vez a más gente en Francia y, por extensión, al conjunto de Europa.