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Sujeto Democrático

La democracia es, al mismo tiempo, una de las ideas más antiguas que concibió el hombre para convivir en comunidad y, como dice el sociólogo Alain Touraine, una idea nueva, en el sentido de constituirse en el principal desafío de la cultura política moderna posterior al derrumbe de los regímenes del socialismo real.

No podemos quedarnos hoy día con la definición, insuficiente, de que la democracia es una forma republicana de gobierno, en la que se admiten énfasis liberales o socialistas, según se ponga el acento en las libertades individuales o en las conveniencias generales. Aceptar ello implicaría concebir a la democracia como una simple lógica de funcionamiento y no como una verdadera forma de vida, una cultura. Es preciso que no nos contentemos con acompañar el péndulo en su movimiento de retorno a las libertades constitucionales, sino trascender de la libertad política a los ámbitos de la vida económica y social.

De hecho, la democracia no es únicamente un conjunto de garantías institucionales, no puede estar reducida a la esfera del derecho solamente, ni asumir que el Estado, por bien organizado que esté o representativo que sea, sea el nuevo Rey, ni siquiera que el pueblo sea el Rey. Se trata de que ya no haya Rey, que se genere un avance cualitativo de la participación social, que dé la mayor libertad posible al mayor número, y que proteja y reconozca la mayor diversidad posible. La democracia no puede desarrollarse al margen del reconocimiento de la diversidad de las creencias, los orígenes, las opiniones y los proyectos.

La discusión está a la orden del día en Bolivia. Después de 27 años ininterrumpidos de ejercicio democrático, se plantea la necesidad de encontrar nuevos derroteros para continuar la tarea de democratizar más a la democracia. En un mundo que discurre por un túnel angustiante, donde una suerte de existencialismo nihilista se ha apoderado de la gente. Cuando teníamos las respuestas listas y nos cambiaron las preguntas, cuando ya no entendemos lo que pasa, o pasa de largo lo que estábamos entendiendo, es el momento del esfuerzo, de la imaginación y sobre todo del coraje, para pensar y actuar sin dogmas ni prejuicios.

El actor de este proceso es el Sujeto Democrático, que está hecho de libertad, pero también de pertenencia e identidad, porque el precio de la libertad no puede ser la renuncia a la identidad. Sujeto que no es simple individuo, sino identidad que se resiste a la dominación de cualquier signo, que profesa un gran amor a sí mismo, postulando su libertad como condición indispensable de su felicidad y que, por encima de todo, reconoce a los demás como sujetos y da su respaldo a las reglas jurídicas y políticas que rigen su convivencia en comunidad.