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¿Bloqueo al ritmo de samba?

En los años 90, emergieron las universidades privadas, resultado de una mezcla entre las crisis de las entidades públicas, las nuevas expectativas de las clases medias en ascenso y la ausencia de regulación estatal. Los estudios realizados en esos años muestran que el circuito privado se concentró en sectores altamente rentables y con demanda probada como las Ciencias de la Salud, la que no tenía cabida por razones de espacios y selección en las entidades públicas. Por su costo y necesarias certificaciones de calidad regularmente, fueron las universidades estatales las que controlaron este sector. No fue nuestro caso desde los 90; y en consecuencia, Bolivia debe ser el país que tiene más carreras de salud en manos privadas en todo el continente.

En Medicina, por ejemplo, incluso se internacionalizó rápidamente atrayendo por miles a estudiantes brasileños. Su masiva presencia en instituciones privadas en Cochabamba, Santa Cruz y La Paz, en ese orden de importancia, operó como una verdadera “acumulación originaria” que permitió a sus propietarios capitalizarse y transformar sus pequeñas y mal dotadas instituciones en verdaderos emporios. Los y las estudiantes oriundos de Brasil pagaban altas colegiaturas y no se preocupaban mucho por las condiciones escolares; lo que querían era ingresar a una universidad y luego buscar su traspaso a una similar en su país. En el sistema público y gratuito  de Brasil existen vagas o cupos, en número mucho menor que la demanda estudiantil. Muchos quedan fuera o simplemente no intentan dar el examen. Para ellos estuvo y está Bolivia, que además es más barata que cursar en Brasil. Afortunadamente y  con el tiempo, algunas entidades privadas, (las menos) han obtenido reconocimientos de calidad en el programa experimental de acreditación de Mercosur, como son Univalle y Nuestra Señora de la Paz, lo que las torna más atractivas y seguras para sus estudiantes.

El conflicto médico en curso, sin embargo, ha desnudado otra faceta del mercado privado de la enseñanza de la medicina en el país. El diario El Sol de Pando informa que medio millar de universitarios brasileños que estudian en ese departamento, y que buscan el tan soñado diploma, amenazan bloquear los puentes internacionales que unen Cobija con Brasiléia, si el Gobierno boliviano no soluciona el conflicto de salud. Al margen de preguntarse, qué pito tocan los jugadores brasileños en este complicado partido local, cabe interrogarse, ¿cómo existe una carrera de Medicina en la capital pandina? Allí, hasta donde se sabe, no se cuenta con un hospital de tercer nivel, imprescindible para las prácticas médicas y seguramente no abundan los recursos humanos para ejercer la docencia. La única respuesta es que la oferta buscó la geografía de la demanda, y una entidad privada se adelantó y abrió su carrera a metros de la frontera; luego la siguió la universidad autónoma (UAP).

Buena suerte para los brasileños, que pueden contar ahora con una matrícula cercana y más barata, a metros de su casa. El año pasado, las autoridades locales establecieron que los extranjeros matriculados residieran en Cobija, como condición para acceder a la entidad fiscal; seguramente para evitar subsidios desde las magras economías de la universidad pública, que a diferencia del negocio privado gasta, pero no recauda. Un cerco a los puentes mandó al suelo su intención, que además era insostenible por acuerdos internacionales de movilidad estudiantil. ¿Veremos nuevamente a bloqueadores, que enfundados en la verde amarilla y al ritmo de samba y batucadas, socorren a sus pares bolivianos?