Síndrome paceño
¿No nos están haciendo víctimas deliberadas de violencia para lograr sus objetivos?
Revisando unos documentos encontré esta definición: “El terrorismo es un método productor de ansiedad basado en la acción violenta repetida por parte de un individuo o grupo, en los que los blancos directos de la violencia son elegidos al azar y usados para lograr objetivos idiosincráticos, criminales o políticos”.
Cuando estamos enfermos y no se nos permite recibir la atención médica por la que cada mes pagamos mediante descuento en nuestro salario, ¿no estamos siendo blanco de un grupo organizado que nos usa para lograr sus objetivos?
Cuando necesitamos ir a trabajar y no sólo nos niegan el transporte, sino que impiden la circulación de nuestros vehículos privados, nos amedrentan con chicotes y nos obligan a caminar, faltar, incumplir, cerrar…, ¿no nos están haciendo víctimas deliberadas de violencia para lograr sus objetivos?
Estamos tan acostumbrados a ser blanco de quienes bloquean, protestan, marchan, paran o se manifiestan que ya no percibimos que estamos siendo tan ultrajados, retenidos e impedidos de hacer nuestra voluntad como las víctimas de formas más tradicionales de secuestro. Somos el clásico ejemplo del síndrome de Estocolmo: una curiosa reacción psíquica (que recibe su nombre de un renombrado caso de secuestro en Suecia) que consiste en una relación de complicidad que desarrolla la víctima de secuestro con sus captores, al punto de terminar ayudándolos a alcanzar sus fines.
Resulta incluso aterrador comprobar que el síndrome de La Paz está tan arraigado que al comentar nuestra situación en la cola del banco, en el taxi o en la oficina solemos culpar de nuestras miserias al Gobierno, olvidando que quien nos secuestra y aterroriza es un grupo que tiene generalmente al Gobierno como antagonista en sus pedidos. Estamos, entonces, alineándonos con los terroristas y alentando el cumplimiento de sus objetivos, creyendo tontamente que una vez obtenido lo que quieren nos dejarán libres.
Lo que olvidamos es que siempre habrán nuevas demandas y nuevos secuestradores. Lo que olvidamos es que el terrorismo es un método de lucha que no se agota en un solo objetivo, sino que inventa cada vez nuevas demandas, con el fin de multiplicar sus victorias. Lo que olvidamos, la mayoría de las veces, es que nosotros mismos somos terroristas en potencia: si defendemos los métodos de quienes nos secuestran, si nos dejamos convencer por la violencia, si caemos nosotros también en la tentación de bloquear y amedrentar para lograr nuestra propia agenda.