Cada año, el pueblo palestino marca su Nakba o catástrofe con la agonía de su pérdida y la nostalgia de rememorar. En el mes de mayo celebramos la esperanza que abre la primavera, pero también nos acordamos de la perdida más dolorosa en la historia de nuestro pueblo. La Nakba marca la expulsión de dos tercios del pueblo palestino de su patria y la perdida, tan dolorosa, de la identidad nacional y cultural palestina. Es el inicio de la denegación de la narrativa palestina y de los derechos nacionales del pueblo palestino.

En 1948, con la mayoría de los palestinos transformados en refugiados desterrados, sin propiedad ni identidad, hubiese parecido imposible que el pueblo palestino pudiese algún día vencer esas circunstancias e injusticias y levantarse otra vez para lograr sus derechos nacionales. Pero el pueblo palestino se liberó de su agonía y pudo reconstruir su identidad nacional y su memoria colectiva. Esta historia de renacimiento y lucha es nuestra historia como palestinos. Para nosotros, la Nakba es la memoria de un pasado glorioso así como la injusticia del asalto sistemático que intentó borrarlo, así como nuestra determinación para que esa injusticia pueda corregirse y nunca más repetirse.

Yo nací en Safad, cerca de la frontera con Siria. Es un lugar hermoso, y toda su población palestina, tanto cristiana como musulmana fue entonces expulsada.  Mi exilio, mi Nakba, comenzó en Egipto, desde donde pasé como estudiante a los EEUU. Pero nada podía hacerme olvidar los aromas de Palestina. Esos mismos que cargué conmigo en el exilio y que, cuando pude retornar en la década de 1990, pude distinguir como únicos. El aroma del jazmín, de los almendros, de los olivos, de los naranjos. Ya habían pasado casi 50 años, y el compromiso histórico palestino de 1988, reconociendo a Israel sobre el 78% de la Palestina histórica, ya se había realizado. Pero de los sueños de niño y el romanticismo de los aromas palestinos, pasamos a la depresión de ver in situ cómo Israel en vez de tomar el proceso de paz como una oportunidad para lograr la paz, simplemente lo uso como una cortina de humo para cubrir la continuación de la colonización de nuestra tierra.

 Hoy, como desde hace 74 años, los palestinos recordamos esas historias lindas de una Palestina libre y próspera. Hoy aun seguimos luchando porque Palestina retorne al mapa. Independiente de las violaciones diarias que se cometen contra  nuestro pueblo y la incansable construcción de colonias en territorio ocupado, que ha llevado a muchos a señalar que la solución de los dos estados está a punto de ser ya inviable, nosotros seguimos creyendo que la libertad es posible. Para que ello suceda, la comunidad internacional debe asumir su responsabilidad histórica y obligación moral: terminar con la ocupación y lograr una solución justa a la cuestión de los refugiados palestinos de acuerdo con la Resolución 194 de la ONU.

Nakba no es la derrota del pueblo palestino, ya que hemos probado nuestra determinación y compromiso para poder vencer los obstáculos que se han puesto en nuestro camino. Así como la Nakba simboliza exilio y destrucción, también es un llamado para lograr la justicia y hacer todo lo que sea necesario para lograr la paz.