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La causa de Caiza D

Una tarde llegaron a mis manos varias fotografías de los años 30. En ellas pude reconocer a Elizardo Pérez, fundador de la escuela indigenal de Warisata en La Paz, al lado de otras personas con vestimentas quechua, eran de Caiza D, cuyo fundador  fue Raúl Pérez. Una semana antes me había llegado un libro sobre la escuela de Caiza D, escrito por Ana Pérez Criales, hija del hermano de Elizardo, Raúl Pérez. Indagué sobre ella y la pude ubicar gracias al amigo que me entregó su publicación. Concertamos una cita y fui a visitarla a su casa. Doña Ana, cerca a sus 90 años, guarda una prestancia que revela los rasgos de una belleza que aún conserva; además de su lucidez y memoria, los momentos remarcables que le tocó compartir al lado de su padre los mantiene incólumes: —“Tuve una vida feliz en ese lugar”, remarca.

Nos invitó a tomar té y empezamos a conversar sobre Caiza D, en la provincia Linares (Potosí), y acerca de las fotografías que le fui pasando, una a una, para que reconociera a los protagonistas de esa historia que, con Warisata, fueron las experiencias más importantes en la educación  llamada indigenal del primer tercio del siglo pasado. Poco a poco fueron surgiendo nombres y rostros, la mayoría desconocidos para los bolivianos, de los hombres y mujeres que intentaron consolidar un Estado boliviano acercándose al mundo indígena, a través de novedosos métodos educativos inspirados en las estructuras organizativas ancestrales. Para esos tiempos, enfrentarse a gamonales, curas y autoridades era un desafío muy duro, pues no contaban con nadie que los protegiese, tal como ocurrió varios años después.

Doña Ana recuerda que en Warisata,  fundada no obstante en 1931 con el auspicio del Ministro de Instrucción Bailón Mercado, el choque entre los intereses de los latifundistas y todo su aparato jurídico y económico fue intenso; pero que en Caiza D no fue así, más bien hubo colaboración de los latifundistas; porque la escuela que encontró su señor padre Raúl “no correspondía a una escuela indigenal”, como escribe en su libro Surgimiento de las normales indigenales: de Caiza D a Warisata. Fue este el motivo por el cual Raúl Pérez creo la nuclearización de escuelas indigenales, que se extendieron como modelo de organización educativa en otros países de Sudamérica, incluyendo a Warisata.

Estos procesos educativos rurales requerían necesariamente de los líderes indígenas, y en Caiza D fueron Norberto y Gabriel Pari, equiparables a Avelino Siñani, cuyo empuje permitió el surgimiento de una primera generación de maestros indígenas que, según Doña Ana, fue gestada en menos de cinco años. “La capacidad de estos alumnos era impresionante y fue la base para que luego se formará otro grupo” afirma entusiasmada.

En mis manos tengo una fotografía de la comunidad de Caiza, ganándole terrenos al río para construir su escuela. Doña Ana nos cuenta cómo, con ingenio y creatividad, fueron resolviéndose los problemas: “La dotación de tierras no fue nada fácil. La solución de ganarle tierras al río surgió del sagaz criterio de la gente, que una vez adoptada la resolución, se puso a trabajar con el apoyo de alumnos y profesores”. Estas acciones eran discutidas, planificadas y ejecutadas por consejo de curakas, restituyendo la Ulaqa o congreso de principales o parlamento de jilakatas, presidido por los mallkus, como ya se practicaba en Warisata, siendo esta estructura la base donde confluían todas las decisiones.  
Warisata y Caiza D fueron cercados por las estructuras de hegemonía latifundista y el liberalismo reinante y sus experiencias —ahora— son una referencia para empezar un ciclo con la nueva Ley Elizardo Pérez Avelino Siñani. Pero es necesario recordar a Raúl Pérez, el creador de los núcleos escolares.