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Kirchner y la ola de nacionalizaciones

La expropiación del 51% de las acciones de YPF, otrora propiedad de la compañía española Repsol, repone el crucial tema de las nacionalizaciones en la agenda política latinoamericana, con dos variantes: o los gobiernos de la región afianzan su lealtad a los intereses de la población local, o en sospechoso silencio respetan el marco legal en el que se dieron las inversiones extranjeras en los últimos 20 años.

Una disyuntiva para gobiernos de corte liberal que no saben cómo tomar una definición entre la lealtad hacia los sectores populares, o mantener el sacrosanto  respeto a los grupos de poder en Europa y EEUU. Cuba, en la Revolución de 1959; Venezuela, desde la llegada de Hugo Chávez; y Evo, en 2006, frenaron la ola de privatizaciones que vino con el Consenso de Washington. Además, al poner en reversa la marcha de esa historia, ayudaron a recuperar niveles de soberanía y abrir un debate sobre los caminos que tiene Sudamérica para rediseñar su futuro.

La nacionalización de YPF en Argentina llegó justo cuando las mayores corporaciones mediáticas de América Latina trataban de abrir un flanco de ataque contra los gobiernos de Chávez, Correa y Evo. Sobre Venezuela, decían que la escasez de productos y la racionalización de energía eléctrica tenían que ver con la ineficiencia de las empresas estatales. Sobre Bolivia, esos mismos aparatos mediáticos esperaban que se acentúe la escasez de gasolina para decir que no fue un acierto recuperar desde el Estado el control de YPFB.

Le llevó años a Cristina Fernández de Kirchner asumir la recuperación de YPF. Lo hizo cuando el Gobierno argentino se dotó de la musculatura necesaria para afectar los intereses de la transnacional ibérica. En el pasado, los acuerdos entre las grandes empresas argentinas y el poderoso grupo Clarín cerraban toda posibilidad de recuperar YPF y de toda otra empresa ligada a capitales extranjeros.

Néstor Kirchner dejó a Fernández un país saneado en lo económico, pero con temas pendientes en lo político. El sa-   neamiento político se dio con el 53,7% que  obtuvo en las elecciones de octubre de 2011. Lo que permitió al nuevo gobierno revisar las cuentas de las empresas transnacionales. Por esa afortunada decisión, encontraron que la mayor compaña argentina en manos españolas estaba captando muy pocos excedentes para la economía local, lo que en los hechos significaba dejar de seguir pagando la enorme deuda social que se acumuló en ese país, desde los tiempos de Menem.

Un segundo aspecto de fondo está relacionado con el cambio de enfoque de las élites latinoamericanas sobre la distribución de los excedentes de la economía mundial. La experiencia está demostrando que en América Latina se pueden repetir una y otra vez las revoluciones cubana, bolivariana o boliviana y sobrevenir nuevas oleadas nacionalizadoras, en tanto las élites no tengan la capacidad de resguardar las riquezas y recursos naturales para beneficio de la propia región.

Cristina Fernández no es precisamente una mujer pobre. Por el contrario, los Kirchner acumularon un apreciable patrimonio económico, pero la Presidenta tiene una virtud que parece ir más allá de sus intereses personales: se mantiene conectada a la realidad de los argentinos y por esa razón toma previsiones cuando puede hacerlo.