Crisis institucional de la Policía boliviana
A estas alturas ya es muy difícil decir ‘que son sólo unos cuantos los policías malos’
Los últimos años hemos presenciado una seguidilla de situaciones preocupantes de la Policía boliviana, como corrupción, vínculos con el narcotráfico, violadores de los derechos humanos, hasta convertirse en ladrones, en fin. Todavía algunos ciudadanos pensamos que esta institución podía brindarnos una mínima garantía de seguridad ciudadana, pero parece que esto ya no es posible. A estas alturas ya es muy difícil decir “que son sólo unos cuantos los policías malos”, etc. Esto no quiere decir que aún no existan algunos policías dignos y transparentes en su accionar. Hemos escuchado a varios estudiosos en el tema sugiriendo soluciones a esta crisis profunda, que van desde el aumento de salarios hasta la dotación de equipos adecuados para su ejercicio profesional.
Uno se pregunta, si se gana tan poco, ¿por qué existe tanto interés en estudiar en la Unipol? El reciente escándalo de los 54 cadetes expulsados tras haber ingresado supuestamente de forma irregular y la reacción de los padres de estos jóvenes me produjeron varias preguntas. ¿Por qué tanta dramatización a fin de que sus hijos estudien para ser policías? Después de ver las imágenes por distintos canales, pareciera que los progenitores están más interesados en ser policías que los propios afectados. La investigación sobre este problema se ha vuelto escandalosa. Se nota que hay muchos intereses y obstaculización en las investigaciones. Parece ser que se encontró una suerte de túnel donde los malhechores cometían actos delictuosos; y al verse descubiertos, buscan ahora contraestrategias para no ser totalmente descubiertos ¿Qué hacer frente a esta situación institucional que ha tocado fondos?
Me alegré mucho cuando supe que la Policía cuenta con una universidad para su formación académica. Sin embargo, su práctica nos hace ver que no responde a las necesidades del pueblo, y este espacio de formación y capacitación ha sido apropiado por unos cuantos vivillos que, a nombre de la Academia, han hecho su feudo de corrupción. A estas alturas lo más aconsejable sería cerrar la Unipol por un tiempo, y trabajar en la refundación de un espacio académico y democrático de formación y capacitación policial permanente, que responda a las necesidades de este tiempo. No sólo se necesita una formación preuniversitaria sino también incursionar en cursos de postgrado. Creo que las universidades estatales deberían pronunciarse en cómo se podría contribuir en esta tarea difícil pero necesaria, pues los parches ya no son útiles y eso supone trabajar en una visión de país para la seguridad de la sociedad y el Estado.
La reciente posesión del nuevo Comandante interino de la Policía boliviana nos lleva (entre otros cuestionamientos) al tema de la “mezquindad profesional”. El flamante jefe policial no egresó de la Academia Nacional de Policías (Anapol), sino de la ex Dirección de Investigación Nacional (DIN) como civil y no como policía, aunque hizo un curso de complementación en la Academia. Esta situación ha originado que el director nacional de la FELCC no se subordine a un civil. ¿Cómo interpretar este cuestionamiento? Aquí prevalece la visión de la “frontera profesional”, también muy arraigada en nuestras universidades.
Decir que yo soy sociólogo (o cualquier otra profesión) y tú no, aunque se provenga de un tronco común, son los prejuicios de las disciplinas o profesiones que ha instituido el sistema dominante capitalista. Esta tara de sentirse “especialista” lo único que ha hecho es dañar el conocimiento y el aporte de los que no provienen de “la carrera”. ¿Hasta qué extremo se ha llegado? Si no se corta de tajo esta crisis y se funda una nueva Unipol, creo no equivocarme al afirmar que la crisis continuará.