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Irresponsabilidad

La Policía necesitó una semana para capturar a los asesinos de nuestro compañero Eugenio Aduviri y algunos periodistas destrozaron en horas la reputación de dos mujeres que lo único que hicieron fue mantener una relación sentimental con la víctima.  

¿Les alentó el interés de aportar al esclarecimiento del caso? ¿el derecho a la información? ¿el morbo? Lo que fuera, el resultado fue vergonzoso. A horas de estallar el caso, el 12 de mayo, la fiscal Patricia Santos declaró que podría tratarse “de una situación emocional” y, apoyados en esta declaración, varios medios informaron: “Fiscal no descarta crimen pasional”. Ni lo uno ni lo otro, el 18 de mayo se supo que se trató de un caso más de inseguridad ciudadana.

Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Estos colegas manejaron a su antojo la versión del crimen pasional e incluso la reportera de un canal de televisión consiguió imágenes de una de las mujeres, las que luego difundió sin el menor cuidado, sin tomar en cuenta que con ello podía estar relacionando a una inocente con un crimen, como al final de cuentas sucedió.

Ocurrió igual con el caso de un colega que murió por la explosión de una dinamita en sus manos. En esa competencia por tener la primicia, por contar con el último dato, se publicaron versiones sobre un crimen pasional y se expuso a dos mujeres y a sus hijos. En ambos casos policías y autoridades judiciales contribuyeron al daño al filtrar información parcial sobre las investigaciones.

¿Se imaginan el daño para las personas que fueron identificadas por los medios como sospechosas de un crimen? ¿El daño para sus familias? Hace 13 años ocurrió algo parecido con el caso de la niña Patricia Flores. Odón Mendoza fue sentenciado como culpable del asesinato por algunos medios, pero al final salió en libertad. Irresponsabilidad. Irresponsabilidad que generalmente no tiene mayor consecuencia que la crítica o, en el mejor de los casos, la condena entre colegas.

Ocurre lo mismo con los periodistas que informaron sobre “el caso del pinchazo telefónico a la diputada Marcela Revollo”, cuando en realidad no se sabe si la charla en la que habla de sus aportes a la IX Marcha Indígena fue grabada mediante un pinchazo, un micrófono instalado en su oficina, o una grabadora manipulada por alguien de su entorno o un infiltrado. Todas son conjeturas, no hay certeza de nada.

¿Cuál la diferencia entre los primeros casos y éste último? Pues en el caso Revollo la irresponsabilidad se subsana mediante una aclaración pública, mientras que en los primeros no hay aclaración ni comunicado que cure las heridas que deja una condena pública. Habrá que actuar con más responsabilidad en adelante.