Un foro egonómico sobre América Latina
La violencia de las pandillas aún manda en las noches y la corrupción todavía reina durante el día
El mítico mes de mayo en 2012 reunió a alados caballeros y aleladas damas en diversos encuentros a todo nivel: el 18 en Chicago se juntaron en el club de los ricos, llamado el G-8, los mandatarios de Estados Unidos, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Rusia, Italia, Japón y Canadá, para definir su estrategia de dominación financiera del mundo. Le seguirá el G-20 en junio en Los Cabos, México, que aumentará a los ocho anteriores una docena de aspirantes a ricos, que no obstante de participar bien duchados y almidonados, sus pueblos todavía visten trajes de pobre, con remiendos notorios. Ellos son: Sudáfrica, Brasil, México, China, India, Malasia, Filipinas, Tailandia, Corea del Sur, Australia, Indonesia, Arabia Saudita y Argentina.
Para identificar tendencias regionales y proponer soluciones, bajo el patrocinio del Ministerio de Economía francés, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Organización de Cooperación Económica y De- sarrollo (OCED), se convocó al Foro Económico Internacional sobre América Latina y el Caribe, que se realizó en París el 25 de Mayo. En este festival anual de egolatría, la estrella fue la presidenta costarricense Laura Chinchilla, quien ponderó las bondades de su democracia sin ejército y el apego de su nación, en la teoría y en la práctica, a la sustentabilidad ambiental.
Michelle Bachelet, exmandataria chilena, no pudo decir lo mismo por provenir de un país que aún no se ha sacudido totalmente de la tutela militar de ingrata recordación. En cambio, el Ministro de Hacienda mapochino predicó las ventajas del neoliberalismo duro, sin referirse a la imposibilidad del Estado para ampliar el acceso a la educación superior para los estratos populares, como reclama la bella y combativa Camila Vallejo.
Pronto se detectó que las derechas latinoamericanas habían tomado por asalto la dirección del Foro, cuando se sucedieron en la tribuna los ministros de economía de Colombia, de México y de Uruguay. Todos ellos rindieron examen de grado —con laureles— por el nivel de crecimiento de sus respectivos feudos, sin rubor alguno por omitir, en sus jaculatorias, que sin la coyuntura de la avalancha china, sus ingresos no hubieran sido los mismos.
Pero cuando se escuchó las reflexiones del veterano Director General de la OCED, citando al novelista recientemente fallecido Carlos Fuentes, el cuadro de realismo mágico, tan inherente a la América Latina fue completado con creces. Pues, para todos los oradores, esa parte tropical del planeta soslayó la crisis con gran maestría, la pobreza disminuyó dramáticamente, las reservas aumentaron a raudales, la salud es promisoria y la habitación asegurada. Lamentablemente, las multitudes sin voz siguen, además, sin pan, techo ni abrigo; la violencia de las pandillas manda en las noches y la corrupción reina durante el día. Ignorando esas circunstancias, el presidente del BID, Luis Alberto Moreno, con notable audacia inició su plegaria en un francés que, por elemental, puso en aprieto a los intérpretes y a los auditores galos que tampoco le entendían.
Llegado el momento de las preguntas del público, el moderador censuró una, muy pertinente, que inquiría el motivo por el cuál se ignoró en los discursos, en las estadísticas y en el índice onomástico de participantes a Brasil, la más grande economía emergente de la región y, en cambio, se prefirió tomar como modelo al diminuto Estado caribeño de Saint Kits-Nevis. Por añadidura, la Argentina y los miembros del Alba no salieron del infierno del olvido.
Como colofón, la inquietud principal sobre el mejor camino que la región podría adoptar frente a una profundización de la crisis financiera mundial quedó sin respuesta alguna, puesto que ni los ministros, ni los banqueros multilaterales, menos aún los delegados del sector privado se mostraron afectados por el problema.