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Las medias verdades del riesgo país

Una vez más Bolivia recibió buenas calificaciones de riesgo país en mayo, ahora por la agencia internacional Standard & Poor’s. Esta calificación responde a los excelentes indicadores macroeconómicos, como la reducción de la deuda externa y las elevadas reservas internacionales. La salud macroeconómica es sin duda muy importante, pero las preguntas que debemos hacer son: ¿Cuán estables son los superávit fiscales?, ¿contar con ahorro es suficiente para incrementar la inversión?, ¿los indicadores de finanzas públicas son suficientes para atraer inversiones extranjeras? y ¿estamos aprovechando el excelente contexto internacional para superar los problemas estructurales de nuestra economía y lograr la transformación productiva?

Si bien hemos superado los crónicos déficit fiscales de los años 80 y 90, los superávit fiscales logrados desde 2006 son inestables, debido a su alta dependencia de las rentas hidrocarburíferas. En el actual contexto de precios internacionales altos, las rentas fueron utilizadas principalmente para la expansión del gasto público generando nuevos derechos, los cuales serán difíciles de responder en coyunturas de bajos precios internacionales. Para evaluar tanto la solidez fiscal con criterios de largo plazo como también los esfuerzos realizados por el Gobierno y la sostenibilidad del gasto público, es importante calcular el déficit sin la renta y gasto hidrocarburífero. Este ejercicio nos indica un cuadro mucho menos optimista de nuestras finanzas públicas.

Con relación a la segunda pregunta, las evidencias indican que contar con ahorro público y privado no es suficiente para transformarlo en inversión. Buena parte del ahorro público acumulado en los últimos años, alrededor del 64%, fue a gasto corriente; mientras que solamente 22% fue a financiar la inversión pública. Con relación al ahorro privado, vemos que éste se va acumulando en los bancos, mientras que los sectores que han ganado empuje significativo son la construcción, importación (legal e ilegal) y la producción de coca y no así el sector productivo. Con relación a las inversiones extranjeras, las limitaciones siguen grandes como es el caso ejemplar del sector de hidrocarburos con el estancamiento de la producción de gas y el decrecimiento de la producción de petróleo.

También queda la pregunta si estamos aprovechando las excelentes condiciones internacionales para superar los problemas estructurales y acelerar el crecimiento económico de largo plazo y generar empleos de calidad. La respuesta es contundente: no estamos en la ruta de fortalecimiento de nuestra capacidad de producción de bienes y servicios para la exportación ni para el mercado interno. No avanzamos el desarrollo tecnológico, la incorporación de conocimiento y el incremento de productividad, principalmente en los sectores intensivos en trabajo. Al contrario, se ha incrementado la importación de productos que antes teníamos capacidad de abastecimiento interno como alimentos con la profundización del empleo informal.       

Estas consideraciones alertan sobre la insuficiencia de tomar las calificaciones internacionales sobre el riesgo país para evaluar los resultados de la gestión económica. Los desafíos son más complejos y dependen de la complementariedad del conjunto de los instrumentos de política económica. Así que mucho cuidado con los mensajes gubernamentales excesivamente optimistas sobre indicadores que solo cuentan parte de la historia. Estos pueden volverse bumeranes, como nos pasó con el fallido gasolinazo, cuando medidas sorpresivas plantean problemas de la gestión económica (ej. baja capacidad de atracción de inversión privada extranjera) no adecuadamente anticipados y explicados a la población.