Siento que es de fundamental importancia descolonizar la alimentación convencional para nutrirnos con otros alimentos que hacen tanto bien a la humanidad en su conjunto, como la quinua”. “La carne de llama es la próxima en ser reconocida por la FAO”. Ambas son frases que el presidente Evo Morales dijo en Roma, a tiempo de ser designado como Embajador especial de la Organización de las NNUU para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

¿Qué tienen en común estos dos alimentos? Pues son dos víctimas del orden colonial en materia de alimentación. Y tuvo que ser el Jefe del Estado quien nos lo recordara.

Hasta hace no mucho tiempo, tanto la quinua como la carne de llama eran señaladas despectivamente como “comida de indios”. No sólo eso, sino que estaban estigmatizadas como “alimentos pobres en calidad alimenticia”. Hoy están reivindicadas por la ciencia y por la historia, y en ello estriba la importancia de la designación realizada por la FAO a nuestro Presidente.

Un paso importante que evidencia la fuerza programática del artículo 9° de la Constitución Política del Estado, donde se señala que: “Son fines esenciales del Estado: 1) Constituir una sociedad justa y armoniosa, cimentada en la descolonización, sin discriminación ni exclusión, con plena justicia social, para consolidar las identidades plurinacionales”. Hace tiempo, el Mandatario recomendó “descolonizar las Naciones Unidas” en el seno mismo de la ONU. Días atrás, la FAO inició la descolonización de la alimentación y lo hizo de la mano de la quinua, grano despreciado por el colonialismo interno.

Los antiguos habitantes de estas tierras nos heredaron el futuro, y lo hicieron pensando en el Suma Manq’aña (comer bien) como augurando que el mundo comería “chatarra” y que padecería hambre.

Pero es un mundo que tiene hambre por exceso de producción. Efectivamente, señala Paul Nicholson, coordinador en Europa de Vía Campesina, “El hambre en el mundo no es consecuencia de problemas naturales o técnicos, sino el resultado de una mala distribución y de políticas económicas y agrarias excluyentes, especialmente, de la agricultura familiar. Los alimentos representan una necesidad vital… son mucho más que una mercancía. Los alimentos tienen un valor estratégico y los mercados alimentarios son un arma de destrucción masiva”.

Y acota Jean Ziegler: “El hambre persistente y la desnutrición crónica son obra del ser humano. Son el resultado del orden asesino del mundo. Quien muere de hambre es víctima de un asesinato”.

En la Cumbre Social, alternativa a la 42 Asamblea General de la OEA, la comisión N° 1 Seguridad alimentaria con soberanía dijo con toda claridad: “Es fundamental y de prioridad dar cumplimiento al derecho humano a la alimentación, para garantizar una vida digna, soberana y plena para el Vivir Bien de todos los pueblos del mundo”.

Lo que el maná bíblico significó para la tribu de Israel, hoy la quinua significa para la humanidad entera: su salvación. Mañana le tocará a la carne de llama, luego a la flora y farmacopea, a todo alimento despreciado por la extirpación de idolatrías que se inició en el siglo XVI y que durante gran parte del siglo XX siguió vigente, pero que en el siglo XXI está en crisis y retirada.

Cuando Alain Touraine recomendó a Evo Morales escoger entre el camino de Lula da Silva o el de Hugo Chávez se equivocó por completo. Bolivia escogió el camino de la humanidad entera. Vivimos tiempos de descolonización, no hay duda.