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Horror

Siempre he sido una fanática del horror en el cine, la Tv y la literatura. Todo comenzó muy temprano en mi vida, hacia fines de los 60’, cuando veía en la recientemente inaugurada Tv boliviana todos los programas de horror: Sombras tenebrosas, claro (producida de 1966 a 1971); La Hora, de A. Hitchcock (1962-1965); y también, por supuesto, Dimensión desconocida (1959-1964). Aunque estas dos últimas series eran más bien de misterio y suspenso, provocaban una gran dosis de miedo.

Simultáneamente, iba al cine con quien quisiera acompañarme, privilegiando las pelis de horror. Recuerdo que llegaban sobre todo al Tesla las pelis de Drácula protagonizadas por Christopher Lee: desde Drácula, Príncipe de las Tinieblas, de Terence Fisher (1966) hasta Drácula 73 y Los ritos satánicos de Drácula, de Alan Gibson (1972). Era, pues, una buena dosis de horror para una changuita de 9 a 12 años. Obviamente que no dormí más: me pasaba las noches en vela, aterrada. Pero no por ello iba a perderme cualquier cosa que oliera a miedo.

Mis vampiros iniciales fueron pues los protagonizados por Jonathan Frid y Christopher Lee. Los que vinieron después, que fueron muchísimos, nunca tuvieron el mismo impacto. Dicen que los primeros amores son los que más la marcan a una… Es cierto que el de Murnau y el de Browning (a los que conocí mucho después) me merecen enorme respeto, pues me doy cuenta de que son los padres del que luego protagonizaron Frid y Lee. Pero los protagonizados por F. Langella (1979) y por G. Butler (2000), por ejemplo, me parecieron siempre una broma de mal gusto en el contexto de mi devoción. (Hay que recordar que desde la película de Murnau de 1922 se han realizado —contando rápido— por lo menos 200 adaptaciones cinematográficas y televisivas del chupasangre de Stocker. O sea, yo no he hecho más que rasguñar la punta del iceberg).

Más tarde vino la ola de parodias y humoradas en torno a los vampiros y al horror en general. Yo ya estaba preparada para esta ola gracias a la bellísima El baile de los vampiros, de Polanski (1967). Vino la de Coppola (1992), la de Mel Brooks (1995) y ahora la de Tim Burton (2012) (que tiene que ver con la serie Sombras Tenebrosas). Esta última producción de Burton es una película chistosa que nada tiene que ver con la serie original (recogiendo sólo los personajes y la trama central, pero trastornándolos a tal punto que se hacen irreconocibles). Lo que hace Burton en realidad es hacer de Barnabas Collins un personaje cómico y jugar delirantemente con una serie que era un melodrama de horror (que se tomaba a sí misma muy en serio), que se extendió por 594 episodios a lo largo de seis años. Creo que la de Burton va más con las películas de Polanski y la de Brooks (más bien chistosas), o sea: es una película cómica light. Y no se acerca a la de Coppola, que es una densa parodia en serio.