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David contra Goliat

Quizá, como yo, muchas personas pensaron en la imagen bíblica del pequeño David blandiendo su honda al enfrentarse al enorme Goliat, cuando vieron, en días pasados, “en vivo y en directo”, a la Policía arremetiendo contra los indígenas de la IX marcha. Probablemente no haya figura más cabal para expresar la asimetría de fuerzas entre dos contendientes, y el abuso de quien tiene el poder de la fuerza pública, y la valentía de quienes, siendo pocos, desarmados y humildes, se atreven a desafiar al gigante.

El ahora denominado “conflicto por el TIPNIS” es como esos cubos de muchas caras e innumerables combinaciones posibles. Una cara es la de la prepotencia gubernamental, pisoteando su propio discurso y violando (nunca tan bien dicho) la nueva Constitución. Hay un lado de esperanza y otro con promesas incumplidas. Una cara nos quiere mostrar la astucia del poder dividiendo a las organizaciones, y la otra devela la torpe marrullería que consigue impúdicamente con prebenda y corrupción lo que quiere. Otra es la del dolor que causa la indefensión de una parte de la población boliviana (adiós Avatar, Sr. Presidente). Una cara es la de la defensa hipócrita de la naturaleza, Madre Tierra, Pachamama, etc. (y otra vez la violación). Y al otro lado el sueño mesiánico y trasnochado de la industrialización, chimeneas humeando, portentosos carros corriendo por carreteras de cuatro vías… extendiendo las plantaciones de coca y llevando a miles de comerciantes.

Sin embargo, ese cubo mágico de tantas caras tiene un corazón simple: la pelea por los recursos naturales, la expansión de los cultivos de coca, los caminos del comercio informal, la industria extractiva aplicada inmisericorde sobre el monte y su loteamiento.

Si quisiéramos seguir haciendo combinaciones podemos continuar hostigando el cubo. Pero si lo desarmamos, podríamos encontrar en su centro el eje de algo que, de tan claro y simple, parece una ficción. Primero reconocer que el derecho constitucional reconocido a los pueblos indígenas se llama Consulta PREVIA; segundo, que el Gobierno encuentre un trazo para que la carretera no atraviese el TIPNIS.

Las organizaciones de los pueblos indígenas nunca dijeron que no quieren que se construya una carretera destinada a unir los departamentos del Beni y Cochabamba, sino que ésta NO debe pasar por el TIPNIS. No es algo que se le ocurrió en una noche de insomnio a un dirigente, a un chamán, ni a un funcionario de ONG o a un periodista.

Está en la Constitución que impusieron las y los asambleístas del MAS. No es una entelequia ni el proyecto alucinado de conservacionistas radicales con puentes y pasos a nivel hechos de lianas para que los animalitos transiten inofensivamente por la selva (como nos quiso hacer creer el Ministro de Obras Públicas).

Pese a que las mil caras causan confusión, el cubo del TIPNIS, sin embargo, está logrando lo que los discursos y las poses no pudieron: revelar quiénes y cómo son en verdad los que tienen el poder político en Bolivia, y la manera en que lo están usando según sus intereses. Pero David sigue ahí, y aún tiene una honda.