Resuena en mis oídos los propósitos del aymara Roberto Coriate, máximo ejecutivo de la CSUTCB, calificando a los indígenas del TIPNIS de salvajes y explicando que la construcción de una carretera por su territorio les permitirá dejar de serlo.

Se podría pensar que son despropósitos de una persona con muy poca educación y tacto político, pero en realidad esas expresiones constituyen el corazón de la posición del Gobierno en esta disputa, pues, las justificaciones gubernamentales para esta obra son la integración, es decir, lograr que los indígenas se integren a la sociedad k’hara; y el desarrollo, simbolizado por el cemento y algunos adefesios de la modernidad.

Eso no sería nada, pues mucha gente en el mundo es racista, incluso sin saberlo ni consentirlo. Lo grave es cuando el racismo se plasma en actitudes de discriminación en el acceso a oportunidades y en violencia. Ambos agravantes están presentes en la actualidad. Se observa discriminación en la representación política, pues se reconoce sólo a los “multiculturales”; es decir, a aquellos que han sido expuestos a culturas diferentes (indígenas, españolas, gringas) y no a los indígenas. A estos últimos se les niega la oportunidad de pronunciarse sobre el uso y usufructo de su territorio, violando la CPE; mientras que los primeros tendrán la oportunidad de asentarse en él en aras del progreso destrozando la naturaleza.

La violencia ha campeado en el mes de julio. No importa quién haya lanzado la primera piedra, el resultado es que el Gobierno instruyó a las fuerzas del orden de arremeter sin piedad contra la población indígena, hiriendo a niños y mujeres. Esa gente que se sacrificó en defensa de su territorio, del medio ambiente y de Bolivia, marchando durante más de 60 días bajo la intemperie, el frío, la lluvia; aguantando con arrojo el cambio de altura, con hambre y sed, fueron recibidos en La Paz con palo y gases. En el Palacio de Gobierno se ríen, piensan que lo han hecho muy bien, que esta vez se vengaron del resultado de la VIII marcha, están felices de ello.

Los indígenas del TIPNIS están enojados. Han decidido volverse a sus pagos, resentidos y adoloridos. Quieren plantear allá la resistencia a la construcción de la carretera, pero el Gobierno les tiene preparada la militarización de su territorio.

Pero, ¿qué pasa con el Gobierno?, dos terceras partes de la población votó por el MAS precisamente para dejar en el pasado ese tipo de actitudes; es decir, a favor de un cambio. Mas, muchos nos sentimos frustrados, pues jamás nos imaginamos que un gobierno de indígenas pudiese ser racista con indígenas que no pertenecen a su grupo.

El Vicepresidente piensa que el “conflicto” hace parte del proceso de construcción de una sociedad socialista, pero no es así, pues el conflicto tiene un alto costo social, humano, económico que aleja a Bolivia de ese ideal. El Presidente logró su revancha como lo hizo con un foul en un partido de fútbol con una patada en la rodilla de un jugador del equipo rival.