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Crédito agropecuario

La promulgación, primero, de la Ley de Revolución Productiva N° 144 y, posteriormente, de la normativa de Crédito Agropecuario (difundida por la Autoridad de Supervisión Financiera mediante el Circular ASFI-119/12) han elevado el reto de brindar acceso a financiamiento agropecuario al nivel de una ley de Estado.

Existe la tentación de tildar la situación que genera esta normativa con el dilema del “huevo y la gallina”. Es decir, ¿quién va primero?, las condiciones productivas de los clientes para lo oferta de servicios financieros, o la oferta de servicios financieros para el desarrollo de las condiciones productivas de los productores. Más allá del juego de palabras, la idea es encontrar el camino para resolver esta situación en beneficio de la sociedad en su conjunto.

El reto de financiar el agro siempre ha estado presente y se han realizado varios intentos, con mayor o menor nivel de éxito. Los mayores avances siempre han ido de la mano de emprendimientos que han priorizado aspectos sociales en similares proporciones a los aspectos económicos. Sin embargo, ahora se ha invitado a participar a actores que, por su naturaleza, priorizan aspectos económicos. Lo que no tiene nada que ver con valores de “bondad” o “maldad”, simplemente es cuestión de cumplir con una misión. Ante esta situación, es necesario asimilar que el dinero cumple con algunos principios, tal y como lo hace cualquier cuerpo ante las leyes físicas.

En efecto, así como el agua busca su curso en función a la menor resistencia del terreno, los recursos financieros se movilizan hacia los sectores que ofrecen menor costo y menor riesgo. Teniendo esto en mente, las actividades agropecuarias no se han caracterizado por ser sectores que ofrezcan la menor “resistencia” al flujo de los recursos. No obstante, los lineamientos están dados, y también se sabe que toda oferta genera su propia demanda.

Volviendo a la cuestión inicial, en mi experiencia, la solución a este ancestral dilema es avanzar pari passu; es decir, en ambas partes y al mismo tiempo. Por lo tanto, el camino de la solución es que los actores del sector construyamos en conjunto las condiciones para reducir la “resistencia” a los créditos agropecuarios, porque, más allá de la imposición, la recompensa de acceder a un nuevo sector está al alcance de los actores financieros, justamente en un ámbito de la economía que se encuentra estrechamente ligado al crecimiento mundial de la demanda por alimentos.