Icono del sitio La Razón

Prohibido los rubios

De un tiempo hasta ahora, específicamente desde la aprobación de la Ley contra el racismo y toda forma de discriminación, el uso del verbo discriminar se ha vuelto complicado, incluso peligroso. Sin embargo, el verbo o la acción que implica éste no debería asustarnos, en tanto que lo único que significa es separar, o si lo llamamos por sus sinónimos: diferenciar, apartar, seleccionar, etcétera. Por otra parte, las acciones, entendidas en términos generales, son derechos que tienen las personas, siempre y cuando no afecten los derechos de los otros o no vayan en contra de las leyes. En esto último recae el problema, es decir: ¿cuándo podemos usar nuestro derecho a diferenciar y cuándo no podemos hacerlo?

Cuando decido realizar una fiesta en mi casa a la cual invito a algunos amigos y no a otros, evidentemente estoy discriminando, pero creo no estar cometiendo ninguna acción que esté penalizada por la ley. Otro caso, tomemos el ejemplo de un club privado, cuyos miembros deciden que solamente aceptarán a menores de 30 años, me parece que tienen todo el derecho a excluir a quienes no cumplen el requisito de ingreso, y aunque ésta es una acción discriminatoria considero que no vulnera la ley, ¿me equivoco?

Un ejemplo más, cuando el periodista Eduardo Pérez llama hermano al Presidente y al Vicepresidente, y no llama hermano digamos a Luis Revilla o Víctor Hugo Cárdenas, está siendo discriminatorio, pero considero que tiene todo el derecho de llamar hermano solamente a quien se le ocurra ¿no es cierto? De manera extrema, si una persona coloca en la puerta de su casa o de su oficina privada un letrero que exprese: “Prohibido el ingreso a los rubios” ¿está cometiendo un delito?

Ciertamente que no tengo una respuesta a cuándo el acto de diferenciar es aceptado y cuándo está en contra de la ley, por lo que pediría a algún abogado, de aquellos que elaboraron la norma, puedan aclararme estas dudas.

En las aguas que me muevo con mayor seguridad, es decir en las aguas de la economía, lo que podría asegurar es que una economía de libre mercado no discrimina simplemente porque cuando vamos a comprar algo, digamos una camisa, lo único que nos interesa es el precio y la calidad, no nos interesa si la misma fue elaborada por hombres, mujeres, morochos o cara pálidas. De la misma forma, si un empresario contratase un empleado por el color de su piel en lugar de hacerlo por su capacidad, seguro que el mercado lo penalizará reduciendo sus ganancias y, por último, expulsándolo de la producción por ineficiente.