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El empleo en el mundo

En la mayoría de las economías en desarrollo la tasa de desempleo de largo plazo ha disminuido

/ 22 de julio de 2012 / 05:48

El último informe sobre el empleo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) muestra las tendencias del empleo en el mundo entre 2007 y 2011. El balance global del periodo poscrisis financiera de 2008 es pesimista, con alrededor de 50 millones de empleos faltantes con relación a la situación precrisis.
Sin embargo, los ritmos de recuperación del empleo son diferentes entre países con un panorama más optimista en las economías emergentes. En América Latina, Perú, Uruguay, Paraguay, Colombia, Chile, Brasil y Argentina incrementaron su tasa de generación de empleo; mientras que Venezuela, México y Ecuador decrecieron su ritmo de generación de empleo. No se menciona Bolivia en este indicador.

El incremento del desempleo y la precarización del empleo es la tendencia dominante en las economías avanzadas. En la mayoría de estos países, más del 40% de los desempleados no lograron insertarse por más de un año, y los empleos temporales y de medio tiempo incrementaron en alrededor del 75%. Los jóvenes son los que más dificultades encontraron para obtener un trabajo, y se calcula que el desempleo juvenil aumentó en 80% en las economías avanzadas. Las principales excepciones en Europa son Alemania, Austria, Bélgica y Polonia, donde las tasas de generación de empleo formal se incrementaron y disminuyó la tasa de desempleo juvenil en Alemania.

En contraste con estas tendencias, la mayoría de las economías en desarrollo muestra disminución en el desempleo de largo tiempo, aunque se mantiene el alto nivel de empleos informales (más del 40%). En la ausencia de seguro desempleo, el subempleo se convierte en la alternativa al desempleo en estas economías. Las excepciones en América Latina son Brasil, Chile, Perú, Uruguay y Paraguay, donde se observa la recuperación en el ritmo de generación de empleo formal.

En 75% de las economías en desarrollo los niveles de pobreza disminuyeron desde 2007, situación que es más intensa en América Latina, seguida de Asia y algunos países de África, como Ruanda y Uganda;  mientras que en los las economías avanzadas la pobreza aumentó. Los países que disminuyeron los niveles de pobreza en América Latina son Uruguay, Brasil, Venezuela, Perú, Paraguay, Ecuador y Colombia.

Con relación a la desigualdad, medida por el coeficiente de Gini (diferencia entre los ingresos de los más ricos y los más pobres), los países de América Latina que muestran disminución de la de-sigualdad son Argentina, Uruguay, Perú, Paraguay, Ecuador, Brasil, Bolivia y Colombia. En términos generales, el informe indica que la desigualdad de ingreso aumentó en menos de la mitad de los países desarrollados en 25% de los países en desarrollo.

Aunque estos indicadores deben ser tomados con cautela, debido a las limitaciones estadísticas entre los países, estos nos muestran cambios significativos en las tendencias recientes entre regiones como Europa y América Latina. Las diferentes internas en las regiones también son significativas y nos invitan a comprender los procesos políticos y económicos experimentados por los diferentes países en los últimos 20 años en términos de provisión de empleos de calidad y políticas sociales distributivas. En conclusión, mientras las condiciones de empleo empeoran en las economías avanzadas, en los países emergentes surgen nuevas oportunidades laborales. La gran interrogante está en la sostenibilidad de estas mejoras más allá de la bonanza externa resultado de los excepcionales precios de las materias-primas.

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Legitimidad de la participación política

Está en juego el posicionamiento so-bre derechos y el tipo de desarrollo que de-seamos para Bolivia

/ 13 de mayo de 2012 / 03:49

La emergencia de nuevos actores y la diversificación de las formas de acción colectiva y movilización social marcan la experiencia política boliviana de los últimos 12 años. El país alberga los experimentos más audaces de profundización de la democracia en que el reto de conciliar la democracia representativa, participativa y comunitaria ganó notoriedad mundial. El cuestionamiento de las formas convencionales de representación política y la legitimidad de la estrategia de lucha por el poder con base en los movimientos sociales son logros del Movimiento Al Socialismo.

Según el sociólogo García Linera, antes de asumir la vicepresidencia, la ascensión política del MAS se fundó en la búsqueda de hegemonía al interior de los movimientos sociales. En sus palabras: “así como los mineros lucharon por el país, los cocaleros se han sumado ahí donde habían movilizaciones y demandas de otros sectores, aunque no les competía directamente. Eso les dio un liderazgo nacional… Ahí (en la Guerra del Agua) tienes a los cocaleros y a la estructura naciente del MAS buscando presencia nacional a través de la construcción de una hegemonía al interior de los movimientos sociales.”   

Pero “otra cosa es con guitarra” y una vez en el poder los discursos políticos oficialistas cambiaron radicalmente. Si antes los movimientos sociales estaban construyendo “el escenario para la emancipación indígena, la autodeterminación de las nacionalidades indígenas” (palabras de Linera), ahora los movimientos sociales que luchan por estos mismos ideales son “traidores de la patria” y “desestabilizadores del Gobierno”. La IX marcha indígena lucha por el respeto de los valores que antes defendía el líder Evo: los derechos colectivos, de la Madre Tierra y la plurinacionalidad.     

La altura del horizonte histórico que proponía el proyecto del MAS se choca con la bajeza de las tácticas para mantenerse en el poder. Ahora se atribuye la posición de árbitro supremo sobre los “buenos” y los “malos” movimientos sociales: aquellos que están a favor de la cada vez más cuestionada “revolución democrática descolonizadora”, y aquellos que cuestionan las acciones gubernamentales contrarias a sus propios compromisos. La otra táctica es la “acusación” y amedrentamiento a los políticos de oposición y a los ciudadanos que apoyan moral y materialmente a los “malos” movimientos sociales.

Acusación insólita en un régimen democrático donde la participación política es un derecho irrenunciable. Por último, pero aún más indignante, es la violación de privacidad de los ciudadanos y las justificaciones más ridículas para este abuso.       

Como expresado por el sociólogo Linera, “la asociación de varias clases e identidades sociales, sin una hegemonía única en su interior… (Donde) pueden sumarse campesinos, regantes, estudiantes, obreros, desocupados, intelectuales, individuos sueltos, (en que) la hegemonía se mueve alrededor de temas, de circunstancias, autonomía de cada organización en función de sus repertorios y estructuras” es la forma multitud de los nuevos movimientos sociales. El conflicto del TIPNIS, en que colectivos ciudadanos se movilizan para vender tarjetas para proveer pañales, toallas higiénicas, medicamentos a los marchistas indígenas, es la expresión genuina de esta forma de participación política.

Con mucha dignidad participo de uno de estos colectivos y aprovecho para animar a todos y todas que apoyan los principios constitucionales que defiende la IX marcha a manifestarse de las formas que les parezcan adecuadas. ¿Es apoyo político? Por supuesto que sí, toda vez que lo que está en juego es el posicionamiento sobre derechos y el tipo de desarrollo que queremos para Bolivia.

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