Muerte anunciada
Bolivia es un país millonario en sus entrañas y esencialmente pobre sobre la piel
Invertir en un país con un gobierno nacionalista-socialista, que además declara la autonomía de su multietnicidad, es por decir lo menos arriesgado. Tuve la suerte de haber vivido y trabajado en la India, país por esencia multiétnico; más aún, un subcontinente infinitamente más variado que toda nuestra América.
Culturas realmente multimilenarias como por ejemplo los pueblos arios (por cierto de tez oscura) que poblaron a Europa, o el idioma sánscrito que dio lugar a la evolución de prácticamente todas las lenguas occidentales de ese también “subcontinente asiático”.
Los inversionistas de Jindal, y eventualmente los chinos, son quizá los únicos que, desde una visión cultural cándida, se atreverían a realizar una gran inversión en la Bolivia de hoy. Desde su propia multietnicidad, vienen los hindúes con su plataforma de resistencia pacífica (sublimada por Gandhi), los mismos que mantuvieron una cierta unidad conceptual ante invasores como Alejandro, los mongoles y hasta el imperio inglés y pronto, naturalmente, los chinos desde dinastías férreas milenarias incluyendo la de Mao y naturalmente la actual de comunismo-capitalista. Ambos multiétnicos exitosos en el desarrollo moderno.
Los emprendedores hindúes (creativos, pacíficos hoy por excelencia) se retiran golpeados, luego de comprobar su error conceptual al no haber sabido leer la complejidad cultural de este país; se abre ahora el campo a los chinos, que en el futuro asegurarán de maneras diferentes las inversiones que puedan llegar a realizar.
Al fin y al cabo, Bolivia es un país millonario en sus entrañas y esencialmente pobre sobre la piel, así nos suene desagradable la afirmación. Otros como los brasileños, españoles y argentinos, continúan aquí luego de “tragarse el sapo” de la nacionalización porque sus intereses económicos y políticos así lo demandan.
¿Qué sucede acá? ¿Por qué los inversionistas ante la riqueza enterrada preferirían una intervención depuradora, según ellos, como la del salitre anglo-chileno para asegurar sus suministros estratégicos? Es increíble que una inversión de apenas $us 2.100 millones (la quinta parte de lo que se invierte anualmente en Colombia o Chile) haya seguido un camino tortuoso de ocho años para agotarse en el clásico ch’enko boliviano. ¿Qué lo produce?
Una explicación aventurada es que, dentro de la cultura nacional de la pobreza, cada persona, casi sin excepción (pordiosero o ministro), trata de obtener una ventaja, grande o pequeña, para sí de cada situación, de oportunidad o decisión que confronta. La suma de todas esas “tajadas mezquinas” llega a ser un impuesto social más grande aún que el hecho o evento que generó dicha oportunidad. El resultado: toda iniciativa se desvirtúa y agota hasta encarnar lo contrario a lo propuesto.