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La hora boliviana

La mejor herramienta de un periodista de cultura de Bolivia no es la grabadora, ni la libreta, es un buen libro, revista, radio o equipo de música que lo entretenga mientras espera que la conferencia de prensa comience, normalmente media hora después de su inicio oficial.

Con contadas excepciones, como la conferencia de prensa de Pedro Guerra, la impuntualidad en eventos culturales se ha convertido en regla. Las demoras pueden tomar entre diez minutos y una hora, lapso en el cual los pocos asistentes puntuales tienen que esperar a que los organizadores comiencen el acto en cuestión. Pero, como si no fuera suficiente, se ha creado un círculo vicioso donde los periodistas nos acostumbramos a llegar tarde —bajo la consigna de que “igual no va a comenzar a tiempo”— y los organizadores retrasan el inicio del evento esperando a los comunicadores.

Aunque la llamada “hora boliviana” no se limita sólo a actividades culturales, es en esta área donde ya es una costumbre aceptada. ¿Para qué llegar a tiempo a una función de cine si, de todos modos, hay que esperar al menos cinco minutos antes de que comiencen los anuncios, y otros cinco minutos más antes de que se inicie la proyección de la película?

Hay intentos de revertir esta costumbre. La Fundación Orquesta Sinfónica organiza los espectáculos con una hora fija en mente. Los recitales comienzan, la mayor parte de las veces, a las 20.00. Pero eso se logra convocando a los asistentes media hora antes. Lo mismo sucede en presentaciones en el Teatro Municipal. Lo más triste es que los organizadores de eventos y espectáculos tienen que pedir (suplicar) que los asistentes sean puntuales, muchas veces sin éxito.

Para colmo, los tardones ya son sinvergüenzas. Nada de entrar en sigilo, tratando de no molestar a las pocas personas puntuales. No, llegan creando alboroto (sin importar el lugar) e incluso empujan a los presentes para obtener una mejor posición. Como resultado tenemos un gremio, en el que me incluyo, acostumbrado a retrasos que son sorprendidos cuando, rara vez, el evento se inicia puntualmente.

Una de las principales razones para los retrasos, al menos en La Paz, es el tráfico caótico, condimentado con las constantes marchas que afectan la ciudad. Esto de por sí generó una cultura de tolerancia.

La solución es simple, pero no suele cumplirse: dar la hora exacta del evento y comenzarlo cueste lo que cueste. Será difícil, y en algunos casi imposible de cumplir, mas los resultados serán gratificantes… aunque la solución también llegue tarde y tengamos que esperarla con la libreta en la mano.