El teleférico para La Paz es una solución urbana inteligente. Propuesta hace más de 25 años durante mi primera gestión municipal, esta idea se convirtió en un sueño para los paceños. Un proyecto emblemático que capturaba la imaginación de la gente, y proyectaba la ciudad al futuro. Algo parecido a lo que era el Puente de las Américas, concebido originalmente en los años 30’, y realizado en los 90’, durante mis tres gestiones municipales.

Ahora se rescató la idea para darle a La Paz algo verdaderamente interesante, innovador e inteligente. El motivo es obvio. Se acercan las elecciones de 2014 y La Paz es definitoria para esa contienda. Proponer el teleférico es, sin embargo, absolutamente legítimo. Es así como se hacen las grandes obras urbanas: o se vienen las Olimpiadas, o se vienen las elecciones. El presidente Morales ha ofrecido el elemento central para avanzar con esta idea, que es su voluntad política para hacerla, y las buenas ideas no tienen ideología. Son buenas o no. Mi aporte a esta idea se resume en la frase: “Teleférico sí, pero no así.”

Al cabo de 25 años han sucedido importantes innovaciones que hacen del teleférico aún una mejor solución de transporte urbano. Pero la nueva tecnología no es necesariamente más cara. En las actuales circunstancias de recesión económica en Europa, estoy seguro que se puede construir el teleférico a la mitad del costo propuesto.

Nosotros licitamos la primera fase de la obra, desde la Ceja de El Alto a la plaza San Francisco o la Terminal de Buses, por $us 12,5 millones, el 5% del costo total propuesto actualmente. Si bien el tramo del nuevo proyecto es tres veces más largo, ello no justifica un costo 20 veces mayor, incluyendo la inflación.

No obstante, hoy en día, el costo de esta obra moderna de transporte debiera ser irrelevante para el Gobierno, pues el Estado no necesita poner un solo centavo para construir el teleférico. Éste es un proyecto tan atractivo para su construcción y manejo, que estoy seguro que la sola invitación pública, respaldada por una ley del Congreso y la anuencia de los transportistas, atraería una sana y vigorosa competencia de varios consorcios nacionales, asociados con tecnología moderna, para construir y además operar una concesión pública del teleférico. La manifiesta voluntad política del Presidente para llevar adelante esta obra es el elemento más importante y catalizador para atraer el interés de inversionistas nacionales e internacionales, dispuestos a correr el riesgo y el costo de la inversión, y operar rentablemente el sistema.

La mayor ventaja del teleférico es el ahorro del tiempo para los usuarios. Aquellos que más valoren su tiempo utilizarán el teleférico, por ejemplo, para trasladarse desde el aeropuerto de El Alto al centro de la ciudad en aproximadamente diez minutos, versus una hora de autopista y tráfico vehicular. Cualidad que permite establecer tarifas diferenciadas a distintas horas y para distintas clientelas. Un turista internacional que llega a La Paz está dispuesto a pagar hasta $us 30 por el transporte al hotel. Si se le ofrece una cabina “limosín” de lujo, además de segura y de un trayecto panorámico, su tarifa puede ser fácilmente de $us 10 por viaje. Ello permitiría tener cabinas “colectivo” a una tarifa muy inferior, a través de un subsidio cruzado entre lo que pagan los turistas y lo que paga el pasajero común de El Alto o la ciudad de La Paz.

Existen mil posibilidades de tener tarifas variables competitivas y de crear subsidios cruzados que financien una operación rentable para el inversionista y una tarifa conveniente para el usuario urbano. Más aun, por las noches se pueden habilitar cabinas para carga y operarlas durante “horas dormidas” para transportar productos de los mercados entre ambas ciudades.

Es hora de volver a soñar con esta obra visionaria, que junto al Puente de las Américas, los puentes Trillizos, y eventualmente el famoso “bus ducto” que propusimos en los 90 conviertan a La Paz en una ciudad inteligente.