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Trigo fortificado

Tras varios años de investigación, cinco agrónomos bolivianos lograron dos nuevas variedades de trigo biofortificado, que tienen una mayor concentración de hierro y de zinc (entre 36% y 40%) con relación a las tradicionales. Por otra parte, su rendimiento también es mayor. Se trata sin duda de una muy buena noticia, tanto para los hogares como para los productores locales.

En efecto, en un reportaje publicado el domingo en este diario, Cresencio Calle, coordinador de la Fundación Proinpa de Chuquisaca, explicaba que a diferencia de los otros tipos de trigo que se comercializan en el país, estas dos nuevas cepas no necesitan que se les agregue ni hierro ni zinc; dos minerales fundamentales en la dieta de las personas, pues proveen energía al organismo y fortalecen el sistema inmunológico.

Por otra parte, las semillas de Tarabuco y Limabamba, llamadas así en honor a las dos poblaciones chuquisaqueñas donde serán cultivadas, tienen un rendimiento mayor (entre el 12% y el 19%) en comparación con el resto de las variedades tradicionales, lo que permite obtener hasta dos cosechas por año. Virtud esencial para promover su producción, puesto que, generalmente, entre los agricultores el rendimiento tiene una ponderación mucho mayor que las características nutritivas de los cultivos,   ya que es la única manera de lograr algún margen de ganancia en una actividad tan frágil como es la agricultura, condicionada por factores externos como el clima.

Este hallazgo fue posible gracias a un proyecto elaborado por la Fundación Proinpa de Chuquisaca, con el apoyo técnico y financiero de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude), en el marco del Programa de Innovación Continua (PIC). Durante cinco años, expertos bolivianos realizaron una serie de investigaciones; entre éstas, cerca de 1.000 pruebas de hibridaciones entre los trigos cultivados tradicionalmente y especies silvestres afines. La idea de estas combinaciones es obtener variedades mejoradas, que incorporen genes favorables presentes en las especies silvestres respecto a las características del medio natural.

El costo de este proyecto fue de aproximadamente $us 300 mil y, además de la cooperación suiza, contó con la participación de la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa), el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF) y la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad San Francisco Xavier.

Como se puede observar, esta suma de esfuerzos, manejada de manera sostenida y rigurosa, bajo un visión técnica y de responsabilidad social, es digna de emular, pues está dando resultados en verdad alentadores, en una región especialmente vulnerable en cuanto a la inseguridad alimentaria; y cuya población manifiesta serias deficiencias de hierro y otros minerales, lo que compromete su salud y su desarrollo.