Lejana guerra
Este libro me trasladó a un espacio histórico que cada vez nos parece más lejano

Frustrado por la visita a la Feria del Libro, no por el profuso material que me interesa, sino por los precios, me fui a una agencia de banco a sacar más chichis para volver y cazar varios textos que no dejan dormir. Mientras cavilaba por la avenida Montes, en uno de los kioscos instalados en la vereda un libro t’hanta me sonreía. Por una módica suma me lo llevé y me dediqué a hojearlo y a someterlo a primeros auxilios, por las heridas que había sufrido durante su trajín en la vida. Ese libro me hizo olvidar mi incursión ferial en un instante.
Es un texto inusual, editado en La Paz. En la página inicial el año de publicación señalado es 1929, un año menos del que aparece en la tapa: 1930. Se titula: El Chaco. Disertaciones sobre geografía, zoología. Botánica, maderas y su aprovechamiento, etnografía, geología y colonización del territorio chaqueño. Con tres mapas y doce grabados. Su autor fue el teniente coronel J. Leonardo Olmos. El libro se inicia con una autorización ministerial fechada en la Paz, el 30 de octubre de 1928, solicitándole al autor que debe someterse estrictamente “a las indicaciones que le dé el Ministerio de Colonización”, firmada por el ministro de Guerra y Colonización Héctor Suarez R.
Luego aparece el escrito de un Juzgado de Instrucción Militar, fechado el 14 de febrero de 1928, de un juicio por espionaje y traición a la patria al autor y al sacerdote Enrique Brauer, de la Misión Apostólica del Gran Chaco. También está involucrado el encausado Mauricio Yesperson. En la parte del sobreseimiento a esta grave acusación resalta que fue hecha por “algunas frases vertidas por el teniente coronel Leonardo Olmos contra las autoridades del Chaco”. El militar y el religioso fueron eximidos de toda culpa; la situación de Yesperson queda en el misterio.
Seguramente, con el ánimo de lavar su imagen, el autor editó el libro con sus estudios en 1929 y solicitó a Demetrio Diez de Medina que le escriba el prólogo, un texto cargado de frustración sobre los destinos del Chaco, cuyos primeros conflictos ya afloraban en un clima derrotista: “Su libro viene a llenar ese vacío (la información sobre las riquezas del Chaco), por lo menos, que sepamos lo que se va a perder” ya se habla de Boquerón, Mariscal López y del fortín Vanguardia. Confiesa que: “La falta de resolución y la cobardía aymara que prima en todos nuestros actos ha dado por resultado la esterilidad de nuestras gestiones…”, y sigue “lo único malo que he encontrado en su libro y que no se le perdonará nunca es aconsejar un sistema de colonización a base de elemento nacional.”
El libro contiene una descripción sobre la hidrografía del Chaco con nombres que parecen extraídos de la imaginación literaria, como la Cañada de los Monos, Segunda Horqueta o Maldito de Campos, los ríos Confuso, Verde, Negro, Pedernal, las lagunas y bañados, muchos de los cuales ya no pertenecen al Estado boliviano. El autor vivió 12 años recorriendo todo este territorio, realizó un estudio, seguramente acompañado de un misionero religioso, haciendo un levantamiento sobre los recursos naturales y los habitantes del Chaco, antes de que las relaciones con el Paraguay terminarán abruptamente y se iniciara la guerra, luego del ataque al fortín Vanguardia en diciembre de 1928. El capítulo de etnografía es de una información muy rica. Pese a las limitaciones metodológicas del autor, podemos acercarnos a una información sobre los grupos humanos, muchos de ellos ya extinguidos, incluidos sus saberes sobre la medicina natural y sus prácticas gastronómicas. Sin embargo, llama la atención su criterio contradictorio sobre ellos, como sucede con los que él llama los chiriguanos, cambas o guaraníes, de los cuales dice: “Esta indiada se encuentra bien civilizada, debido a la implantación de misiones franciscanas, quienes tiene la paciencia de Cristo, para luchar con los bárbaros e instarles a un sometimiento a la civilización”.
Este libro me trasladó a un espacio histórico que cada vez nos parece más lejano, pero luego me trajo al presente, al constatar que las intrigas y envidias pueden influir más que el sentido de servicio a un país.