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Logros citadinos

Hoy resulta agradable transitar por sitios embellecidos por la comuna con plantas y árboles

/ 12 de agosto de 2012 / 04:00

A ningún individuo que vive en la ciudad de La Paz le debe parecer extraño ver que la Alcaldía, a diferencia de gestiones pasadas, se ha preocupado por realizar obras que verdaderamente benefician a sus habitantes y a las zonas que la conforman.

Por ejemplo, iniciativas que empezaron hace años, como las de las “cebritas” y “burritos”, han llegado a formar parte del diario vivir citadino; y sobre todo, a ser un aporte fundamental en el tránsito peatonal y el ordenamiento vial, tan necesarios en una urbe que va en constante crecimiento.

En este último caso, se trata de jóvenes entusiastas y con muchas ganas de trabajar, que se enfrentan día a día al mal humor de los choferes, la falta de educación de éstos y principalmente el desconocimiento de las normas viales, que provocan el caos vehicular del que somos testigos periódicamente en el centro de la ciudad.

Las “cebras” tienen la difícil misión de hacer comprender, con mucha imaginación y educación, a los choferes y a toda la población las reglas básicas de tránsito, que facilitan la convivencia peatonal y vehicular en una urbe congestionada.

Por otro lado, el Gobierno Municipal ha implementado la labor de los “reguladores viales”, que al margen de ordenar el caótico tráfico de los motorizados y de peatones, ha posibilitado la creación de fuentes de trabajo; algo digno de destacar.

Lastimosamente, ni los “reguladores viales” ni las “cebritas” cuentan con el apoyo de la Policía —y más precisamente del Organismo Operativo de Tránsito—, que lo único que ha hecho ha sido desmarcarse de una actividad que debería realizarse de forma conjunta y coordinada.

Tampoco podemos dejar de mencionar a la Guardia Municipal, más conocidos como los “frutillitas”, que cotidianamente debe lidiar con la intolerancia del comercio informal, que se instala en cualquier lugar, dificultando el recorrido de la gente por las aceras. En este caso, la lucha diaria es contra el abuso de los gremiales, que acomodan sus puestos invadiendo espacios que las personas debieran tener libres para no caminar por la calzada y correr el riesgo de ser atropellados por los coches.

Y pasando a otro tipo de obras, el proyecto Barrios de Verdad, que se ejecutó desde la anterior gestión edil, realizó obras que beneficiaron a zonas olvidadas en otras épocas. Hoy resulta agradable transitar por sitios embellecidos con plantas y árboles que adornan lo que antes fueron nidos de alcohólicos y pandillas. Resalta también en este aspecto la labor de Emaverde, que se encarga del mantenimiento de dichos sectores.

Obviamente, aún falta mucho por hacer en esta ciudad, pues las necesidades siempre suman y siguen; sin embargo, el trabajo que se está realizando merece un reconocimiento, pues se ve que va por buen camino.

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Tinta xenófoba

Queda claro que este ‘periodista’ no conoce la realidad que se vive en el norte de su país.

/ 25 de mayo de 2014 / 04:00

Cuando en nuestro país se hacen todos los esfuerzos para luchar contra el racismo y la discriminación, en países vecinos como Argentina algunos se encargan de atizar estos males. Es el caso del comentario humillante vertido por el periodista argentino Ariel Cristófalo, del diario Olé, quien escribió una ridícula columna xenófoba —titulada Folclore, mascada de coca y bolichón de cholos— luego de que un equipo boliviano dañara el ego argentino en cancha propia en semifinales de la Copa Libertadores.

En primer lugar, ese tipo de opiniones son las que más laceran el sentir de aquellos compatriotas que viven alejados de nuestras fronteras, pero también de los que nos encontramos en esta tierra.

Queda claro que esta persona no conoce la realidad que se vive en el norte de su país, en regiones como La Quiaca, Catamarta, Misiones, Formosa, San Salvador de Jujuy, entre otras. Lugares donde, en caso de visitarlos, podría recibir ese baño de humildad de la gente que los habita; y donde argentinos y bolivianos han aprendido a convivir en armonía, subordinados a sus nexos comerciales, laborales, familiares y otros. También sería interesante que Cristófalo de verdad “viviera” uno de los festivales folklóricos que tienen lugar en esas regiones, para constatar la mezcla permanente de instrumentos nativos con música chicha y cumbia villera argentina y boliviana.

Otra deducción que extraemos de las frases racistas y discriminatorias del mencionado artículo es que su autor, desde muy niño, debió asistir a los estadios y aprender aquellos cánticos xenófobos creados para humillar a las personas que, por falta de oportunidades en su propio país, tuvieron que partir en busca de mejores días para ellos y sus familias. De ahí que, por causa de pensamientos tan retrógrados como el que abordamos aquí, algunos de nuestros connacionales vivan en Argentina casi a escondidas o negando su verdadera nacionalidad, para no ser víctimas de esos ataques.

Duele ver que este tema se haya quedado ahí, puesto que nadie volvió a hablar de él, ni siquiera en los medios locales, excepto por dos artículos de opinión. ¿Es que acaso es mejor no hablar? ¿No estamos cansados de escuchar estas barrabasadas cada que se opina de fútbol? Quizá nuestra mejor opción hoy sean las redes sociales, ya que a partir de ellas podemos expresar nuestro repudio como bolivianos en contra de este tipo de “profesionales”.

Ahora bien, no es nuestra intención estrellarnos contra todos los ciudadanos argentinos; sin embargo, debemos dejar claro que personajes como el señor Cristófalo representan una traba para la unión de los pueblos latinoamericanos. Y a nuestros compatriotas en todo el mundo, enviarles desde aquí mucha fuerza y optimismo, pero ante todo decirles que sientan orgullo, el orgullo de que como bolivianos no salimos del país a robar, sino a trabajar duro, y que ésa es la mejor herencia que llevamos en nuestra sangre mestiza.

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