¿Quién educa?
Las actitudes, los hábitos de los adultos son los que verdaderamente forman a los niños
Quiero referirme a la educación que damos en la casa, la que se aprende en la calle, con los amigos, con los parientes más cercanos, la del recreo y no la del aula. Los padres, los adultos en general, consideramos que las conversaciones que tenemos alrededor de la mesa, la música que escuchamos, los programas de televisión que vemos, no son educación. No somos conscientes de que esas actitudes, esos hábitos son los que verdaderamente nos forman porque somos lo que vivimos.
La educación va más allá del aprendizaje memorístico del lenguaje, de las matemáticas, de la geografía o la dificultad de las fórmulas físicas. La educación tiene que ver con la vida diaria. Es verdad que en la escuela aprendemos a leer y a escribir, pero el gusto por la lectura tiene que ver con los hábitos que tengan nuestros padres, nuestros hermanos mayores. Los seres humanos aprendemos por imitación: damos nuestros primeros pasos porque otros caminan, hablamos porque nos hablan y escuchamos hablar. Lo mismo sucede con la lectura, que es parte fundamental de la educación, si alguien nos lee un cuento, si vemos leer, si alguien nos dice que disfruta leyendo, ya habrá sembrado la semilla del buen lector.
La educación de la casa debe enfocarse a abrir la mente al mundo, para comprender que no estamos solos, que el mundo es mucho más grande y diverso, que justamente por ser diverso es más hermoso. Esa educación nos da la posibilidad de comprender que aunque somos distintos unos de otros, hay valores que se defienden más allá de las diferencias, como por ejemplo la defensa de la vida.
Urge cambiar el concepto de aprender por obligación, como si fuese un castigo. De la misma manera urge transformar el criterio que asocia educación con ejercicio memorístico, estigmatizar la creatividad como exceso de libertad. Niños y adultos deberían compartir el placer, el premio, la alegría de aprender.
Los verdaderos retos educacionales no son los que se resuelven en un congreso educativo. Los retos son los que tienen que ver con que los seres humanos cotidianos descubran que no pueden seguir delegando su formación y la de sus hijos a mediocres programas de televisión, que confunden distracción con entretenimiento, y a niños con enanos. A programas radiales en los que campean los imitadores que disfrazan su pobreza de vocabulario con palabrotas y su falta de creatividad con cinismo.
¿Somos conscientes de la importancia que tiene la educación fuera de las aulas? ¿Por qué confiamos en una educación que conserva su esquema memorístico y no promueve la creación? ¿No es más necesaria una educación basada en objetivos antes que en notas? ¿Cómo sería el país si aprenderíamos a pensar antes que a repetir y copiar?