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Bosque asado

Cuando uno está a punto de comer una carne asada, generalmente no sospecha que en realidad el asado es el bosque. En efecto, los datos que nos proporciona la Autoridad de Bosques y Tierras (ABT) son una gran llamada de atención, pues indica que el 65% de los focos de calor que originan los incendios forestales en Bolivia es propiciado por la actividad ganadera.

Si sumamos al menú ensaladas, verduras o guarniciones, más el azúcar para los postres y jugos que acompañen el asado, todos éstos, productos de la agricultura nacional, estaremos contribuyendo (según el informe señalado) con el otro 12% de fuego generado en el país.

¡Provecho a todos y todas!, ya que estas deliciosas jornadas culinarias nos cuestan el 77% del total de la quema del bosque boliviano. En especial de los bosques benianos, departamento que por su condición ganadera representa la mitad del fuego nacional.

Estas cifras no buscan indigestar al lector, sino motivar la reflexión sobre la estrecha relación entre nuestra vida diaria con aquellas grandes, hermosas y valiosas extensiones de áreas naturales con las que aún contamos como nación.

El fuego fue, es y será siempre, una herramienta de trabajo para varios rubros de nuestra agroindustria, pero el problema es que los pequeños, medianos y grandes empresarios (oficialistas, opositores e independientes) agroindustriales del país no conocen o bien no intentan implementar las técnicas y controles que supuestamente deberían cumplir, para no acabar con nuestra ya maltratada y mercantilizada Madre Tierra.

Frente a estas infracciones, nuestra ley de bosques tiene penalizaciones “simbólicas”, de allí que si no tenemos mano dura, en poco tiempo no tendremos ni bosque ni asado. Para que se pueda hacer una idea, imagínese el manzano de su casa, ahora imagínese 1.000 manzanos parecidos al de su casa. La ley dice que si usted quema un manzano (una hectárea) sin autorización, le cobran Bs 1,30 aproximadamente. Por tanto, quemar mil manzanos le saldría Bs 1.300; barato económicamente, pero caro ambientalmente hablando.

Ahora volvamos nuevamente a la ciudad, y miremos el fuego con otros ojos: el tener humo en nuestras ciudades responde a nuestra necesidad de consumir carne, algunas verduras, frutas y azúcar. ¿Qué hacer? En realidad, es un desafío grande que tenemos como país, y que debería llevarnos a cuestionar nuestra forma de vida y nuestra concepción de desarrollo, porque, queda una vez más constatado que, a mayor consumo de carne, menos bosque.