Cuando los científicos Oppenheimer, Einstein, Bohr, Heisenberg, que curiosamente se los denomina sabios, se enteran del estallido de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, exclaman: ¿qué hemos hecho? Es una pregunta muy adecuada, porque al no saber qué han hecho empiezan, por primera vez, a pensar. Uno diría: ¡son científicos, ellos piensan! Sin embargo, la ciencia, como señala Heidegger, no piensa. Pensar supone un acontecimiento que interpela al ser humano, éste se piensa a sí mismo, se mira a sí mismo ante lo que acontece y tiene la posibilidad de pensar.

Puede ser útil que analicemos qué es esto del acontecimiento. Por ejemplo, si preguntamos a un auditorio ¿dónde estaban cuando sucedió el ataque a las dos torres en EEUU?; es decir, ¿dónde estaban el 11 de septiembre de 2001? Es posible que una buena parte del auditorio, sino la totalidad, puedan contar con lujo de detalles dónde estaban, qué estaban haciendo, e incluso cómo vestían, qué habían desayunado. Es posible que si se le pregunta a este mismo auditorio dónde estaban una semana más tarde, muy pocas personas recuerden algo. El acontecimiento trae el presente. Dicho de otra manera, el acontecimiento permite pensar el presente, y a momento de pensarlo, permite ampliar el presente, permite que éste se despliegue. Es posible que usted, lector, no olvide nunca el día en que le avisaron (o le avisarán) que su madre o su padre, su hijo o su hija, ha muerto. Entonces, el acontecimiento interpela al sujeto, lo convoca al presente, a mirar de frente a lo que acontece, a lo que está delante de él. Pensar puede ser una experiencia no grata.    

Pensar, entonces, es potencia de vida, es traer al presente la constatación de que estamos vivos. Pero a la vez, pensar es una potencia de vida, ésta sólo puede serlo bajo la conciencia de la muerte. El ser humano es un ser finito lanzado ante lo infinito, y que es consciente (o se hace consciente) que muere. La muerte del otro es también nuestra propia muerte, pues ante lo inevitable, el sujeto es interpelado, es convocado al presente. Sin embargo, así como la muerte es inevitable, también lo es la vida.

Pensar entonces, decíamos, es potencia de vida. No es sólo comprender o entender lo que acontece, sino es a la vez la condición de cambiar, de transformar lo comprendido, lo entendido, de ser parte del mundo como conciencia del mismo.

Hemos bautizado a esta columna con el nombre de Pensar porque es lo que humildemente intentaremos hacer; es decir, pensar nuestro presente, pensar nuestra condición. Somos un grupo plural de investigación que piensa el presente, entonces le pedimos que nos acompañe quincenalmente los lunes que sea posible a Pensar.